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J. C. García Fajardo

Contra la pobreza: más hechos, menos palabras

Abramos un debate sobre este tema del artículo de David Alvarez Rivas:

La sede de la ONU en Ginebra ha recordado durante esta semana el vínculo entre miseria y violación de los derechos humanos y ha pedido a todos los países que trabajen juntos para eliminarla. “Somos la primera generación que podemos erradicar la pobreza”. Esta frase, que se ha convertido en el lema de las organizaciones internacionales de desarrollo en los últimos dos años, no es una afirmación retórica. Somos la primera generación que tiene los recursos financieros y tecnológicos para lograrlo, que ha invertido en las dos últimas aventuras espaciales la cantidad necesaria para que casi 1.100 millones de personas vean reducida su pobreza extrema. La solución a esta situación de indignidad pasa por liderazgo político y una voluntad para abordar de forma urgente los problemas. Necesitamos hechos, no declaraciones retóricas.
En septiembre de 2000, en la Cumbre del Milenio, a propuesta del Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, 189 Jefes de Estado y Gobiernos se comprometieron a trabajar juntos con firmeza para construir un mundo más seguro, próspero y equitativo antes del 2015. Entonces, los líderes de países ricos y empobrecidos adoptaron ocho metas de Desarrollo del Milenio donde el bienestar de las personas ocupaba el lugar capital de las agendas. Eran los “deberes” que la comunidad internacional se “imponía” para combatir la lacra del hambre, eliminar la desigualdad de género, asegurar el acceso a la educación, a la salud y al agua potable y eliminar la degradación del medio ambiente. Seis años después sabemos que los países desarrollados están lejos de cumplir con los indicadores fijados en la Hoja de Ruta. La propia ONU estima que se necesitan 100.000 millones de dólares anuales hasta 2015 para cumplir los Objetivos del Milenio. Sólo el presupuesto en Defensa de EEUU en 2005 fue de 500.000 millones de dólares (un 41% más que en el año 2001). Mientras, más de 3.000 millones de personas -la mitad de la población mundial-, carecen de una vida digna.
Aunque se acordó destinar 50.000 millones de dólares anuales para combatir el hambre, la cantidad recaudada es sólo de 20.000 millones y la mayor parte de este aumento se debe a la cancelación de la deuda en Irak. La ayuda al desarrollo ha disminuido un 25 por ciento en los últimos 15 años. Según el presidente del Banco Mundial, este incumplimiento –“un acto criminal”-, provocará la muerte de más de 45 millones de niños y niñas hasta el 2015. Además, para que se cumplan los Objetivos del Milenio habría que cancelar la deuda externa de los 62 países más pobres del mundo. En la cumbre de Escocia de 2005, el G-8 se comprometió a condonar la deuda de 18 países, 14 de África y 4 de Centroamérica. Ni ese acuerdo se ha materializado todavía. La realidad es que los países subsaharianos han devuelto más de 65.000 millones de dólares en concepto de deuda. Por último, el anuncio de la liberación del mercado de los países empobrecidos se ha quedado en meras intenciones. El fracaso de la Ronda de Doha es su expresión más reciente donde los países ricos se negaron a modificar unas reglas de juego claramente proteccionistas, otorgando millonarios subsidios a sus productos agrícolas. Si África hubiera conservado la misma parte de las exportaciones mundiales que tenía en 1980, el volumen de ventas sería de más de 120.000 millones de dólares, cantidad cinco veces mayor que toda la ayuda dada al continente desde 2002.
Por todo esto, la sociedad civil se ha organizado en la semana del 15 al 21 de octubre para traer al primer plano de la actualidad la lucha contra la pobreza bajo el lema “Rebélate contra la pobreza”. El 21 de octubre, a las 18 horas miles de personas se manifestarán en diferentes ciudades españolas reclamando hechos, no palabras. Sólo la ciudadanía con su presión puede conseguir que nuestra riqueza sirva para sanar un planeta dividido, para poner fin al sufrimiento de semejantes y forjar un vínculo de humanidad entre comunidades y culturas. Las generaciones venideras no nos perdonarían no haberlo intentado.

David Álvarez Rivas es profesor asociado de la UCM

2 comentarios

Estrada -

Creo que el problema radica en la mentalidad de los gobiernos. Pues a pesar de que se sabe que existen los medios necesarios para acabar con el hambre en el mundo también se sabe que si se perdonan las deudas externas, no se ofrecen subsidios agrarios a los ciudadanos de su país... este no va a tener tantas rentabilidades. Y al final, ¿qué importa si mueren muchas personas mientras yo me encuentro en la lista de los países más desarrollados y poderosos?
Creo que habría que empezar por enseñar qué es ser persona y lo que eso conlleva.

Charles Michaelson -

Que nos dejen de llamar idealistas cuando estamos siendo realistas. Si se gasta lo que se gasta en aventuras militares infructuosas y contraproducentes, ¿por qué no buscar otras vías?