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J. C. García Fajardo

Políticos aventajados en el método Ollendorff

¿Por qué los políticos que padecemos parecen incapaces de hacer propuestas concretas? Enciendes la radio o el televisor y parecen muñecos de guiñol repitiendo sentencias memorizadas siempre en contra del partido en el Gobierno o en la Oposición. No hay más que verlos en el Parlamento adonde van a leer un texto escrito por alguien antes de haber escuchado al ponente en cuestión. ¿Cómo es posible, en una Comisión parlamentaria, leer con cierta torpeza que denuncia que no lo ha escrito él,unas diatribas que recuerdan al métoo Ollendorff: "De dónde vienes?""Manzanas traigo!"? No ocultan que su máxima obsesión no es el servicio de la cosa pública para lo cual han sido elegidos y pagados por sus conciudadanos sino la conquista y el disfrute o recuperación del poder. Lo más grave es que no tienen reparos en reconocerlo. Unos todavía no han dirigido la derrota electoral y continúan con unas triquiñuelas de conspiración, acoso y derribo que causan rubor. Otros p arecen derretirse en el disfrute orgiástico de ese poder conseguido con no poca fortuna. Se creen investidos, no de auctoritas, sino de una prepotencia mesiánica espresada en un engolamiento y una afectación insufribles que los convierten en payasos de poca monta. Después, se quejarán de que los ciudadanos no acudan a las urnas ni manifiesten interés alguno por la política real y se refugien en distracciones alternativas. Pero los medios de comunicación que podrían servir de prudentes controladores y vigilar las extravagancias de los politicos no lo hacen porque están cayendo en una dinámica perversa al creerse, ellos, investidos de un poder que nadie les ha otorgado y que sólo se conquista con auténtica profesionalidad, honestidad y sano criterio. No sirviendo a los poderes de turno, políticos en el poder o fácticos en la sombra. La historia habrá de juzgar de forma implacable la sectaria actitud de la conferencia episcopal, dueña y responsable del capital de una emisora de radio, que utilizan unos locoides escerebrados como plataformas de descalificación, injurias, calumnias y estilo impropio de unas instancias presuntamente al servicio d ela co municada, sobre todo de los más pobres. No vale todo, monseñores, no vale todo ni el fin que ustedes pretenden justifica sus medios deleznables. Mucha gente en este país llamado España y que no les pertenece por mucho que ustredes se empeñen, vería con gusto que el Gobierno denunciase los Acuerdos con la Santa Sede, es decir con otro Estado extranjero, en nombre de la justicia social, la solidaridad, la equidad y la nunca nbien ensalzada lilbertad de pensamiento. Si ahora que están en el poder con la legitimidad de las urnas que los respaldan no acometen de una vez por todas la separaciópn real y eficaz entre la Iglesia y el Estado habremos perdido una oportunidad que nos costará décadas de oscurantismo y de pobreza intelectual. Nesemu

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