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J. C. García Fajardo

Compraventa de una «conspiración»

 Editorial de  ABC  valiente e inteligente:
EMILIO Suárez Trashorras está procesado como autor de la matanza del 11-M, el crimen terrorista más brutal cometido en España. Pesa sobre él la imputación judicial de dirigir la trama de explosivos que fueron a parar a la célula terrorista que preparó y ejecutó los atentados contra los trenes de Cercanías en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia. Según los autos judiciales, Suárez Trashorras, en tratamiento psiquiátrico a causa de su esquizofrenia, sabía que dichos explosivos iban a ser empleados en un atentado terrorista y por eso responde de sus consecuencias.
Este personaje ha merecido durante tres días consecutivos la portada y un despliegue interior en las páginas de «El Mundo», bajo el marchamo de periodismo de investigación y con la supuesta finalidad de buscar la verdad en la autoría de la matanza. Por supuesto, las revelaciones del procesado se atuvieron estrictamente a la teoría de que el 11-M fue una conspiración urdida en el seno de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por aquel entonces bajo la autoridad política del Partido Popular. Tal conspiración, a juicio de sus propaladores -quienes, según les da, unas veces se la atribuyen a la Policía y al Centro Nacional de Inteligencia, y otras veces, a ETA-, estaba orientada a desalojar al PP del poder y facilitar la victoria del PSOE.
Sin embargo, las conversaciones telefónicas conocidas ayer, a raíz de desvelarse una grabación de Suárez Trashorras con sus familares en la cárcel, ponen en boca del procesado una confesión de parte: «Mientras «El Mundo» pague, les cuento la Guerra Civil». En el mejor de los casos para este medio de comunicación - es decir, que realmente Suárez Trashorras no haya cobrado un céntimo por lo que dijo-, su disposición a contar lo que sea a cambio de dinero desacredita su testimonio. Simplemente, Suárez Trashorras estaba en venta.
Hemos asistido a un nuevo episodio de la retroalimentación de intereses entre el diario «El Mundo» y Federico Jiménez, director del programa de la cadena Cope «La mañana», para ganar cuota de mercado a golpe de teorías conspiratorias, alentadas por sectores muy concretos y extremos del PP que están causando un grave daño a los intereses generales del centro derecha. Sin entrar a considerar en profundidad lo que estas supuestas informaciones periodísticas pudieran tener de agresión a la deontología profesional, resulta evidente que se ha puesto en marcha una campaña contra las instituciones del Estado de la que no es ajeno el portavoz del Grupo Parlamentario Popular, convertido en satélite de aquellos medios y amplificador de supuestas exclusivas que consisten, ni más ni menos, en dar portadas y páginas centrales al presunto terrorista sobre el que pesa la más grave acusación jamás formulada en los tribunales de Justicia españoles.
A pesar de todo, lo más preocupante no es que determinados medios y periodistas se recreen, con el consentimiento de sus editores, en la difamación de las instituciones y en la calumnia sistemática de quienes no siguen sus anatemas. Lo peor son las tensiones a las que se somete a la derecha de este país, forzándola a confundir la legítima oposición al Gobierno socialista y su justa demanda de saber toda la verdad sobre el 11-M con una actitud que niegue la legitimidad del sistema democrático, que repudie a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, por tanto, acabe sumiendo al PP en contradicciones insoportables. Una derecha que entregue al 11-M el protagonismo de su oposición al PSOE está abocada al fracaso electoral, pero también al fracaso ideológico, porque las convicciones democráticas no son compatibles con actitudes propias de extremistas antisistema.
Es justo precisar que Mariano Rajoy ha situado el 11-M en el plano sensato del ciudadano que pregunta y quiere respuestas, como bien demostró en su discurso ante la Junta Directiva Nacional. Como todo atentado terrorista, el del 11-M está en manos de la Justicia. Habrá un juicio con vista oral y pública, en la que acusadores y defensores podrán poner sobre la mesa todas las incidencias de una instrucción sumarial que, desde estas mismas páginas, ha sido criticada en cuestiones de gran trascendencia para asegurar una sentencia justa y reconfortante para las víctimas. Por eso, la dirección del Partido Popular debe implantar un criterio coherente sobre el 11-M, basado en la superación política de este acontecimiento, en la exigencia de la verdad judicial y en la liberación de servidumbres mediáticas que actúan en contra de su principal interés estratégico: ganar al PSOE en las próximas elecciones generales.

6 comentarios

Javi -

Por cierto, me sorprende muy gratamente el editorial de Abc. Periódico,como todos sabemos y es evidente, vinculado de forma muy estrecha y que no para de dar coba a los socialistas,de toda la vida.
Ya en serio,gran ejercicio de periodismo y de responsabilidad por parte del diario.

Javi -

Amarillismo sería que El Mundo retribuyese a un condenado por 192 asesinatos por decir todo lo que le venga en gana , "hasta la guerra civil", según el propio Trashorras. Ya no sería amarillismo, sino llegaría a los bajos fondos del periodismo, un "Salsa Rosa" diario pero por escrito.
Si la cinta surge de la nada me gustaría saber de donde sale la mochila que puso la policía para demostrar que no era ETA,y así perjudicar al PP para que no ganara las elecciones,y las ganara un partido que no estaba en el gobierno...¡AH! Y la etiqueta del grupo Mondragón,por supuesto,en la furgoneta... ¿O era una cinta de la orquesta Mondragón? El Mundo y sus teorías.

Perico -

Lo de P.J. Y Fede no tiene nombre...

Remember -

Todo esto ya sucedió con lo de los GAL. Y el tiempo lo ha dicho todo.

Charles Michaelson -

Lo de menos es lo que dicen los periódicos. Lo de más es que aún se digan comentarios de "los rojos" y de los otros. Hablar de un golpe de Estado encubierto sin fundamentos serios es muy grave. No sé si en mi vida había visto una oposición tan podrida en odio y resentimiento. Será la impotencia...

Xaime -

Ayer El Pais, en una práctica que para mí es de amarillismo, enmarcó en su portada y en su editorial que El Mundo había pagado a Trashorras, por una cinta que surgió...¿de la nada?, del Ministerio del Interior que, como años atrás, ataca al periódico que les ruboriza. Quiero recordar ese vídeo falso contra Pedro J. Ramirez en la época en que descubría el GAL -también era una conspiración según el Gobierno-. Ayer un periódico atacó a otro sobre una prueba que presentaron, no sé si determinado o no, como una entrevista a El Mundo lo que en realidad era una conversación con sus padres. Yo no sé nada del 11 de marzo, ni de mochilas manipuladas, ni de qué estalló en los trenes y eso que hemos tenido una Comisión encargada. Lo mínimo sería aclarar qué pasó, independientemente de la política por supuesto porque ya sabemos como es el patio de colegio del Congreso, mientras unos excarvan otros echan tierra.