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J. C. García Fajardo

Síntesis de lo que sucede en Oriente Medio

Interesante artículo de Jeffrey D. Sachs, catedrático de Economía y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. Es una buena síntesis de los problemas en Oriente Medio, y su repercusión en la paz mundial. "A pesar del frágil alto el fuego en Líbano, el riesgo de que la guerra se extienda por Oriente Próximo persiste. Demasiados líderes políticos, incluidos George W. Bush, Tony Blair y los líderes de grupos radicales de Oriente Próximo, prefieren las soluciones militares a los acuerdos pacíficos. Cuando Bush presenta el conflicto en Oriente Próximo como una lucha del bien contra el mal, o del terror contra la libertad, está abandonando la política. Cuando Israel pretende en vano derrotar a Hezbolá, está tratando de evitar concesiones políticas dolorosas pero necesarias acerca de los territorios objeto de disputa.
Los problemas en Oriente Próximo tienen mucho más que ver con la política que con la oposición entre terrorismo y libertad. Las voces moderadas, especialmente en el propio Oriente Próximo, deben pronunciarse de inmediato a favor de un verdadero acuerdo, antes de que el mundo se vea inmerso en un caldero de violencia generalizada. Parte del problema es que Israel sigue ocupando Cisjordania y un trozo del sur de Líbano. Hasta que Israel no acepte volver a las fronteras de 1967 con pequeñas modificaciones y poner fin a su control sobre millones de árabes de Cisjordania, el malestar continuará.
Otra parte del problema es la descarada manipulación de la región del golfo Pérsico por Reino Unido y Estados Unidos para garantizar la seguridad de su petróleo. No cabe duda de que la actual guerra de Irak se debe básicamente al petróleo. El imperio británico y luego Estados Unidos llevan casi 100 años manipulando a los Gobiernos de Oriente Próximo, promoviendo golpes de Estado, comprando regímenes marioneta y respaldando guerras, con el fin principal de controlar los flujos petrolíferos de la región. La guerra de Irak es la más reciente de esa larga ristra de acciones.
Pero la clave para asegurar el suministro de petróleo es la paz, no la ocupación militar y los regímenes marioneta. Estados Unidos apoyó al sha de Irán y lo que consiguió fue la revolución iraní. Estados Unidos apoyó, y después derrocó, a Sadam Husein, y lo que hizo fue provocar el caos y favorecer involuntariamente a Irán. Estados Unidos desplegó tropas en Arabia Saudí, y así contribuyó a crear el programa político de Al Qaeda. Estados Unidos forzó las elecciones palestinas, pero después se constituyó en paladín del estrangulamiento económico del recién elegido Gobierno de Hamás. Estas manipulaciones están abocadas al fracaso, son un boomerang tras otro.
El prolongado conflicto entre Israel y Palestina y las provocaciones estadounidenses por el petróleo, junto con el evidente fracaso de muchos Gobiernos de Oriente Próximo, son factores que han propiciado la aparición del fundamentalismo entre los musulmanes, los cristianos estadounidenses y algunos judíos israelíes. Dicho fundamentalismo ha evolucionado hasta desembocar en un extremismo desbocado, el terrorismo y las visiones mesiánicas del bien contra el mal mantenidas por grupos de todos los bandos. Es cierto que los fundamentalistas son una minoría en todas las sociedades, pero están apretando con éxito las teclas del temor y el odio, provocando violencia y guerra y debilitando en todas partes a las fuerzas moderadas.
En Washington, muchos belicistas, incluidos aparentemente algunos de la Casa Blanca, pretenden ahora extender la guerra a Irán y Siria. De hecho, la satanización diaria de Irán, Siria y Hezbolá es la misma que la de Sadam antes de la guerra de Irak. Los partidarios de la guerra parecen estar aleccionando a la opinión pública estadounidense para que apoye la extensión del conflicto. Puede que consideren también que el aumento de la sensación de peligro inclinará los votos hacia los republicanos en las elecciones estadounidenses de noviembre.
Tenemos que rechazar esa "lógica de enfrentamiento" en la que Israel es puro y los árabes son el mal (o viceversa). Todos los países de la región deben aceptar las concesiones y el respeto mutuos como base para un acuerdo duradero. Israel no podrá evitar mediante el ejercicio de su poder militar la retirada a las fronteras de 1967; Estados Unidos no podrá garantizar la seguridad petrolífera mediante la permanente ocupación militar de Oriente Próximo; los terroristas no conseguirán destruir a Israel ni imponer por la fuerza sus ideas.
En mi trabajo por todo el mundo como economista y promotor del desarrollo, he descubierto que la inmensa mayoría de los individuos y de los líderes de todas las religiones, razas y creencias están dispuestos a trabajar juntos para alcanzar los objetivos compartidos de prosperidad y bienestar para sus hijos.
Es absurdo lo que afirman muchos israelíes de que "no hay socios para la paz". Los vecinos de Israel aceptarán una paz basada en fronteras justas y en el respeto mutuo del juego limpio. De igual modo, la pretensión de que estamos abocados a un inevitable choque de civilizaciones es una completa locura. Lo que nos une es enormemente mayor que lo que nos divide.
El futuro de nuestros hijos y de nuestro planeta, amenazado actualmente por un tosco tribalismo, es un reto demasiado importante para dejarlo en manos de George W. Bush, Tony Blair, Mahmud Ahmadineyad y Ehud Olmert. La paz la ganarán las voces moderadas de todo el mundo que exigen que se ponga coto a la violencia irracional y a las fantasías trágicas de quienes creen en la "victoria definitiva" sobre el enemigo.

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