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J. C. García Fajardo

La inmigración tiene que regularse como un derecho y no como una necesidad criminalizada

 El tema de la inmigración no se puede abordar sólo con leyes o con estados de ánimo que pueden tener consecuencias perversas. La grandeza de EEUU es incomprensible sin los aportes de la inmigración pero esta no admite simplicaciones ignorando que el reconocimiento de los valores y de las riquezas naturales de los países de origen son anteriores a toda reglamentación o represión. Los seres humanos no son mercancías sobre las que algunos puedan decidir "ahora necesito mano de obra barata, ahora no". Al gente  no emigra por gusto sino por necesidad, si reparamos y devolvemos cuanto les hemos robado y explotado...  o al menos reconocemos que gran parte de la grandeza de los países enriquecidos del Norte se debe a lo que hemos saqueado en los países del Sur, habremos comenzado a plantear bien el problema. Si suspendemos la venta de armas a los países del Sur, si pagamos sus materias primas a precios justos, si no les imponemos nuestros transportes con el gravamen de los fletes en sus mercancías, si reconocemos que la deuda externa está pagada con creces y  perseguimos la corrupciòn que las grandes compañías hacen  con los dirigentes  de esos países, si se prohiben y persiguen los paraísos fiscales, si contenemos a las compaías farmacéuticas en el indiscriminado saqueo al que someten a la biodiversidad en eso países y negociamos el cuidado y transformación de las plantas, y si no les pagamos con nuestros excedentes de producció sino con lo que ellos realmente necesitan y deciden, así como si cooperamos en todo lo necesario para poner freno a la explosión demográfica con una política de maternidades/paternidades responsables... habremos comenzado a resolver el problema de la inmigración. Nesemu                                                                                                               Nota.- Me parece interesante este editorial de El País: "Inmigración y mesura" Arden las emociones sobre la inmigración  en Estados Unidos ante una controvertida ley que acaba de aprobar el Senado en comisión con 12 votos a favor y 6 en contra. Unos la consideran una fórmula razonable de integración y lucha contra la inmigración ilegal, y otros, una amnistía encubierta que inevitablemente multiplicará el efecto llamada. La Administración de Bush, ante la constancia de que el Partido Republicano se halla dividido ante esta ley, está confusa y sugiere fórmulas alternativas que no parecen sino improvisaciones. México, el país más afectado por cualquiera de estas medidas, ha recibido la visita en Cancún del titular de la Casa Blanca para entrevistarse con su homólogo, Vicente Fox.
Las palabras conciliadoras no ocultan que México no podría digerir medidas de represión masiva contra la inmigración como las que incluía el proyecto aprobado por la Cámara de Representantes. Unos permisos temporales condicionados por los contratantes dejarían a los inmigrantes a plena merced del patrón, que controlaría prácticamente su permiso de estancia. En todo caso, la nueva ley, que exige pasos en la integración lingüística y cultural, certificado de buena conducta durante 11 años en la práctica y una multa por entrada ilegal en el país, no puede considerarse, salvo en obsceno disparate, como amnistía o medida incentivadora salvo para quien quiera ser un ciudadano norteamericano ejemplar.
Estados Unidos ha sido la tierra prometida durante más de dos siglos para decenas de millones de seres humanos en todo el mundo por razones muy diversas, y supone un ejemplo de integración étnica y social lograda sobre las bases de la libertad y la competencia. Estos principios, sin los que la historia de América es incomprensible, siempre han tenido detractores y partidarios. Todo el éxito y la proyección de bienestar y poder de esta nación se basa en la inmigración. Pero los recelos fueron también muy tempranos. Nada más consolidarse la primera burguesía en la costa oriental del recién nacido país surgieron las primeras voces partidarias de cerrar fronteras cuando éstas aún no existían.
El proyecto de ley aprobado en el Senado no ignora los cambios y nuevos retos, y refleja la conciencia de que la capacidad de absorción no es ilimitada ni siquiera de EE UU. Los europeos sabemos muy bien que sin una política regulada, pronto nos podríamos enfrentar a desafíos que pondrían en peligro los derechos humanos de los inmigrantes y las libertades de los habitantes. Pero es inaceptable que quienes combaten la nueva ley quieran ganarse adeptos con la xenofobia y amenacen tanto a los inmigrantes como a los norteamericanos que les dan trabajo. Doce millones de residentes ilegales no pueden de hecho ser expulsados sin graves consecuencias económicas y de orden público. La mesura y la sensatez imponen un control cada vez mayor en las fronteras, pero la teoría de los enemigos de la ley de que es preciso proceder a la deportación masiva de los inmigrantes ilegales es perfectamente grotesca.(.. e injusta.)

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