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J. C. García Fajardo

Una llamada de atención ante el peligro de la extrema derecha

El Prof. Santos Juliá es una de las autoridades académicas más reconocidas en el campo de la historia de España. Su último libro "Historia de las dos Españas" ha merecido el Premio Nacional de Historia de España 2005. Ante la alarmante crispación entre los políticos, los insultos y descalificaciones, calumnias y amenazas, ante la infamia de algunos medios y webs que agreden... me parece importante leer su columna de hoy: Extrema  derecha.                                                                    Llevamos ya dos años esperando del Partido Popular algún síntoma de cordura, pero cada día que pasa las evidencias de lo contrario van en aumento: no hay nada en la política española que no suscite de inmediato un alud de mentiras e insultos por parte de los dirigentes y diputados del Partido Popular. Cualquiera que esté familiarizado con el lenguaje político propio del siglo pasado tiene motivos para preocuparse: así es como ha hablado, desde que existe, la extrema derecha española, la facción conocida entre historiadores como derecha subversiva.
Los mayores del lugar recordarán que, hace como unos 25 años, todo el mundo se admiraba de que en España, al contrario de lo que ocurría en otros países de lo que por entonces se llamaba nuestro entorno, la extrema derecha no era capaz de levantar cabeza. No es que no lo intentase: sencillamente, no podía. Y como la cosa tenía algo de milagroso se atribuyó a aquello que Felipe González elogiaba de Manuel Fraga: que el dirigente popular llevaba el Estado en la cabeza. Era un piropo envenenado, todo sea dicho, pero que daba en el clavo de una situación: la conversión de Fraga a la democracia había segado la hierba bajo los pies a la extrema derecha, que penaba por los márgenes del sistema político pastoreada por un solitario y algo atrabiliario Blas Piñar.
Pero Blas Piñar ha resultado ser un bendito de Dios al lado del ex ministro del Interior del último Gobierno presidido por José María Aznar. A Ángel Acebes no sólo no le cabe el Estado en la cabeza, sino que está dispuesto a ponérselo por montera con tal de dar libre curso a su resentimiento. Cierto, no es muy original atribuir motivos psicológicos a comportamientos políticos, que se supone guiados por cálculos racionales. El caso de Acebes, sin embargo, rompe todos los moldes de la racionalidad: un ministro del Interior bajo cuyo mandato un grupo de terroristas islámicos cometió el más devastador atentado de nuestra historia, y decenas de presos de ETA fueron excarcelados sin cumplimiento íntegro de las penas, tiene motivos sobrados para haber perdido la cabeza y, con ella, la razón política.
Una actuación tan aciaga debía haber sido suficiente para devolver a este señor a la actividad privada, a su casa y a su profesión. Pero no: contra toda lógica, se ha mantenido en la primera fila del escenario con el exclusivo propósito de arrojar sobre sus adversarios políticos la frustración y la impotencia acumuladas durante su etapa de ministro del Interior. El problema es que no está solo: nada de lo que ocurre en el Partido Popular tendría explicación si sobre sus dirigentes no se proyectara la alargada sombra de José María Aznar, co-rresponsable de la peor catástrofe de los últimos años: la guerra de Irak, madre, por sus inacabables consecuencias, de todas las miserables batallas en las que cada día se enfanga un peldaño más la política española.
Es hora de despertar de esta alucinación y de devolver a la política algo de racionalidad. A pesar de todos los pesares, que no han sido pocos, Alianza Popular y, luego, el Partido Popular han sido elementos imprescindibles para asentar la democracia en España y para mantener a la extrema derecha en la más absoluta irrelevancia. No puede ser que sus dirigentes tiren ahora ese capital por la borda sólo por dar rienda suelta a un enconado resentimiento: no hay nada, absolutamente nada, en su discurso político que no esté encaminado a destruir, a ensuciar, a profetizar el apocalipsis. Es inútil buscar alguna propuesta positiva, algún programa de acción, en los documentos, las intervenciones o entrevistas emanados de dirigentes del PP; sólo una sarta de despropósitos, de insidias y calumnias, de acusaciones por una cosa y por su contraria que, de verdad, nos devuelven a una época que habíamos creído definitivamente clausurada.
Fue una época en la que era imposible alcanzar compromisos y firmar acuerdos entre partidos de derecha y de izquierda. Luego aprendimos a negociar, a buscar terrenos en los que resultara al menos posible entenderse, a hablar el lenguaje del compromiso y del acuerdo, o sea, el lenguaje de la democracia. A la extrema derecha la implantación de ese lenguaje le exaspera, le saca de quicio, y responde con amenazas, conjurando desastres, alentando conductas subversivas. Los dirigentes del Partido Popular, dejándose llevar por la pasión del resentimiento, avanzan a marchas forzadas por ese camino de destrucción: en lo que dicen, y en la manera de decirlo, no tienen ya nada que envidiar a la extrema derecha de toda la vida.

5 comentarios

Marcos -

Estoy de acuerdo con Juliá. El PP ataca a todo de malas maneras sin pensar en las consecuencias o ni siquiera en el sentido de lo que está haciendo. Pero lo peor son los "periodistas" de extrema derecha (me atrevo a calificar así a gente como Losantos o César Vidal) que azuzan vehementemente, que no paran, que generan odio hacia todo a diario.

Berciano Ponferradino -

Sabias palabras las de Juliá. Cruzamos los dedos para que las cosas se calmen y seamos un país normal. Corremos el riesgo de que la deriva del PP desemboque en eso, en la extrema derecha, en algo así como antisistema. Así que ojalá cambien pronto. Aunque tal vez lo hagan cuando pierdan en 2008. ¿O ya entonces habrán podido con el Estado y serán de nuevo los que muevan todo el cotarro? ¿Pende realmente
Zapatero de un hilo? ¿A estas alturas es esperable algún movimiento en el Ejército que desestabilice de algún modo el país? Crucemos los dedos. Son preguntas que nunca creí que me fuera a plantear a estas alturas. Seguramente exageradas, pero con bastante base, no me diréis que no.

Ruth Pilar -

Se trata de estar el mayor tiempo posible en el poder, no para ayudar a la gente, sino a tu gente. Cuando no se está, la estrategia cambia: echar al jefe para serlo tú. Vale todo.
Tan tan, ¿quién es?, la extrema derecha, ¿cierra la muralla?
El miedo, la envidia, el resentimiento, el interés económico... tb tienen llaves.

Muñoz -

En mi oponión no solo el PP está podrido...¿que hubieran hecho antiguos ministros como Barrionuevo o Vera de haber ganado las elecciones el PSOE?,seguro que hubiesen seguido en sus cargos de responsabilidad...en este país la palabra dimisión nunca ha estado en el vocabulario de la clase política...¡que pena!...

rocoli -

A veces me pregunté si en todos los países la oposición actuaba como aquí, y siendo así, si todos lo soportaban tan mal como nosotros (es decir, la gente de la calle callando como tontos y los medios de comunicación ensalzando el circo a más no poder). Acabo de volver de Finlandia, y allí les parece impensable que un político pueda referirse a otro con insultos (y yo que pensaba que eso era "lo normal"), y el objetivo último es, ante todo, encontrar un acuerdo (y no una fricción, o un fallo, o un punto oscuro). Supongo que ello explica por qué ellos están donde están, y nosotros aquí, a la cola en investigación, en educación, en debate político racional ..