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J. C. García Fajardo

" Los orígenes del siglo "

Interesante entrevista al Prof. G. Tortella, realizada por J.A.Rojo, y que puede servirnos para un debate racional y sosegado. En este blog no caben descalificaciones personales con argumentos ad hominem. (Para eso existen otros evacuatorios públicos) Después de haber trabajado con Hobswam entramos ahora en la fase de la proyección de acontecimientos posteriores a su obra.Nesemu                                                                                                                                                "Los pobres son la fuerza explosiva del mundo actual" 
La voluntad de explicar el mundo y el desafío de predecir lo que puede ocurrir son características de la ciencia que defiende Gabriel Tortella. En su último libro, 'Los orígenes del siglo XXI', vuelve sobre la historia social y económica de los últimos dos siglos y medio. Ahí reconstruye, con saberes de distintas disciplinas, los rasgos esenciales que configuran el mundo actual. Un mundo estable, pero agitado por el resentimiento de los que menos tienen.
"El marxismo está desprestigiado como doctrina política, y, por desgracia, la respuesta a las injusticias ha sido una vuelta al tribalismo""Lo primero que habría que hacer es moderar el crecimiento demográfico de las naciones menos desarrolladas""La historia de España es pendular. Del nacionalismo militarista de Franco pasamos a la exaltación de los nacionalismos periféricos". Es un ensayo de historia social y económica contemporánea y se ocupa de explorar a partir de conocimientos muy diferentes lo que ha ocurrido en los últimos 250 años a lo largo de sus más de 500 páginas. "Es una obra de madurez que resume en buena medida mi trayectoria. Decidí dedicarme a la historia económica cuando en los años cincuenta estuve preso por combatir la dictadura de Franco. En la cárcel se piensa mucho, y comprendí que lo mío no era la política". Tortella es catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, ha enseñado en distintas universidades estadounidenses y latinoamericanas y ha publicado, entre otros títulos, El desarrollo de la España contemporánea, Introducción a la economía para historiadores y La revolución del siglo XXI.
Pregunta. Tras recorrer dos siglos y medio de historia, ¿cómo estamos ahora, mejor o peor?
Respuesta. Estamos mejor. Ésa es una de las tesis del libro, que si comparamos nuestra época con cualquier otra de la historia, el progreso ha sido enorme. No sólo se ha elevado el nivel de vida, sino también la esperanza de vida. Hoy aguantamos bien hasta los 80; en 1900, el español medio no llegaba mucho más lejos de los 35. La mejora de las condiciones ha sido inaudita, y ha tenido lugar mientras la población crecía de manera vertiginosa. A principios del siglo XX éramos 1.500 millones; al terminar, unos 6.000 millones.
P. El desarrollo ha sido, sin embargo, desigual.
R. Todos los fenómenos tienen su parte negativa. En este caso, el problema es que se han hecho mayores las diferencias entre ricos y pobres. En la Edad Media, todos vivían poco, fueran reyes o mendigos. Ahora, los ricos viven veinte veces mejor que los pobres. Y eso crea tensiones. La desigualdad nos ofende tanto a ricos como a pobres. Los primeros piensan que tienen que hacer algo para ayudar a los más necesitados. Los otros quieren rebelarse contra esa injusticia. En el siglo XX se hacían revolucionarios, adoptando un marxismo más o menos simple. Hoy eso ha cambiado.
P. ¿A qué se refiere?
R. El marxismo está totalmente desprestigiado como doctrina política y, por desgracia, la respuesta a las injusticias ha sido una vuelta al tribalismo. El islam ha sido uno de los caminos que ha seguido la reacción antioccidental, pero hay muchas maneras de interpretar el islam, y entre ellas hay muchas contradicciones. El problema es que la vuelta al tribalismo tiene mucho de irracional.
P. La reciente victoria de Hamás en las elecciones palestinas muestra que un gran número de personas abraza la causa más radical, cargada además de fuertes componentes religiosos.
R. Los primeros sorprendidos por la victoria de Hamás han sido ellos mismos. No creo que tuvieran un plan previsto para esa eventualidad, de ahí que reclamaran de inmediato formar un Gobierno de unidad nacional con Al Fatah. Su triunfo es revelador además en otro sentido. Frente a la corrupción de la Autoridad Palestina, es una organización que ha destacado por su honradez. Su gran problema ahora es que Palestina vive de las donaciones, de Europa y de Estados Unidos, y que es Israel quien canaliza muchas de esas ayudas.
P. ¿Se abre entonces un paisaje aún más conflictivo?
R. A veces, de los discursos y las proclamas más insensatas, por extremistas, surgen políticas sensatas. Fue Menájem Beguin, un tipo de extrema derecha y ex terrorista,[pertenecía a uno de  los grupos terroristas Irgún y Stern] el que abrió el diálogo con los árabes, y también Sharon, que destacaba por sus ideas radicales, ha sido el que más pasos ha dado en los últimos tiempos por la paz. Fue De Gaulle el que firmó la paz con Argelia, cuando fue elegido porque parecía ser el único que no firmaría. A veces, los únicos que al final pueden transigir en situaciones difíciles son los que tienen el respaldo más grande por ser intransigentes. Es una paradoja, pero es lo que ocurre muchas veces. Hamás podría moderarse ahora que debe gobernar, pero la tradición de obstinación que ha marcado a los palestinos se impondrá y ganará la línea más dura.
P. Otra de las maneras de enfrentarse al poder de los más fuertes es reivindicar lo propio. Es lo que quiere hacer Evo Morales, el nuevo presidente de Bolivia, controlando la riqueza de su país.
R. Sólo los individuos tienen existencia real. Atribuir a las naciones una voluntad propia es hacerle violencia al idioma. El problema de cerrarse para evitar la influencia extranjera es que la apuesta puede fracasar, y entonces el país es más vulnerable. La historia del peronismo en Argentina es ilustrativa: se cerraron, pero fueron incapaces de generar una industria competitiva, creció un monstruo industrial alrededor de Buenos Aires, los sindicatos se hicieron fuertes, el Estado tuvo que asumir muchos gastos, creció la inflación. Un caso radicalmente diferente fue el de Japón en el siglo XIX. Tras una extraña revolución que reinstauró la monarquía, en vez de cerrarse, decidieron que la manera de derrotar a los diablos extranjeros era imitarlos. Disciplina, trabajo muy duro y una casta militar terrorífica obraron el milagro, y Japón creció de manera espectacular.
P. En su libro habla de momentos revolucionarios, que lo transforman todo, y de fases en las que, a pesar de las guerras y los conflictos, no se producen cambios drásticos, como el siglo XIX. ¿En qué momento estamos ahora?
R. La Revolución Francesa fue al cabo una revolución mundial. Incorporó a la historia a un sector marginal (el de la clase media, la burguesía) que quería participar en el curso de las cosas. Con el tiempo, también se incorporó el proletariado. Así que ahora habitamos una sociedad estable, donde el tejido social no puede transformarse más. No habría, por tanto, que imaginar grandes cambios. Sin embargo, los excluidos ahora de la historia son los pobres. Ésa es la espada de Damocles, el elemento explosivo e inestable del mundo actual. Es imprescindible enfrentarse a ese problema, buscar fórmulas para acabar con tanta pobreza. Y lo primero que habría que hacer es moderar el crecimiento demográfico de esas naciones. Pero nunca se hace.
P. ¿Cuál puede ser el elemento que precipite una profunda transformación?
R. No hay ideologías que canalicen el descontento. El Tercer Mundo aparece cada vez menos cohesionado. Me aterra que en ese contexto sea el islam el que aglutine al final la lucha contra Occidente. Representa el resentimiento del fracaso y proponen una sociedad medieval, donde los intelectuales no tengan ningún peso, donde no haya progreso técnico, y se imponga un poder teocrático. Están contra la separación entre Iglesia y Estado, que ha sido uno de los pilares del progreso humano. Y además no les gusta el vino.
P. Frente a las grandes ideologías que proclamaban los mayores cambios a principios del siglo XX, como el comunismo y el fascismo, explica que la revolución mayor fue la que fueron haciendo las democracias occidentales. ¿Qué ocurrió con España?
R. Como consecuencia de su atraso relativo, estuvo entre los países periféricos de Europa en los que triunfaron regímenes dictatoriales gracias al miedo que existía entre las clases medias por el comunismo. El problema ha sido que el desarrollo económico se produjo bajo el régimen de Franco. Su nacionalismo visceral terminó por exaltar los nacionalismos periféricos. Se le echa la culpa a Aznar, pero la culpa fue de Franco. Ese afán de regresar a los orígenes y de inventarse una nación no habría tenido lugar sin los excesos de Franco. Es una historia pendular: de un nacionalismo militarista hemos pasado a la exaltación de los nacionalismos periféricos.

 

4 comentarios

Marcos -

Muy interesante esta entrevista, sobre todo su referencia a la vuelta al tribalismo, que no es nueva (ya ha ocurrido otras veces en la historia como forma de rechazo al orden, político, social, intelectual, imperante). Se debería tener cuidado en que el extremismo fundamentalista no canalizara los sentimientos de impotencia del mundo pobre. Pero eso no se hace a base de bombardeos.

Fran -

Qué buena....Sin pelos en al lengua

Ruth Pilar -

Los extremos no son buenos, ya lo decía Aristóteles: la virtud en el justo medio. Lo que pasa es que hace tiempo que, algunos, perdieron su brújula.
Yo si que creo que algunas ideologías se valen del descontento para ganar adeptos y para justificar sus políticas agresivas y dañinas para con los que no comulgan con ellas.
Todo no vale.

Sara Ortegón Segura -

el radicalismo religioso va en aumento, no sólo en el mundo islámico, también en otras religiones.
el mundo occidental tal vez no es el ejemplo a seguir en todos los aspectos, pero si da ciertas pautas para progresar y conseguir el diálogo y la tolerancia. Los países como Siria están dominados por un régimen político que controla todos los ámbitos sociales y ordena a la gente lo que tiene que pensar, ya es hora que la política se divorcie de la religión porque las tres religiones monoteístas siempre han sido agresivas con otras maneras de pensar.