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J. C. García Fajardo

Contra el Dakar. Venganza del Teneré

Venganza del Teneré. Era de esperar que sucediese. La etapa que concluyó en Niamey, capital del Níger, supone el (formidable) traslado de todo el equipo del rally hasta Libia sin atravesar las tierras de Níger. Tendrán que hacer venir de Rusia imponentes aviones para trasladar toda la impedimenta de 1.500 personas con camiones incluidos. No se trata de terrorismo alguno, como han dicho en los telediarios. Son los pueblos nómadas que defienden sus tierras: los tuaregs del Teneré y los shongay de Zínder que no permitirán que esos centenares de camiones, coches y motos destruyan sus frágiles pistas de las que dependen su subsistencia y su seguridad. Después del paso de esos vehículos, las escasas lluvias o el temible viento harmattan  inutilizan pistas y senderos vitales para ellos. Habíamos escrito en estas páginas que Agadez, el Tassili, Zínder y el desierto del Teneré no soportarían una nueva edición de un rally que destruyó el mítico árbol del Teneré por un piloto belga al volante de un Peugeot y no como dicen los organizadores del rally "por un camionero negro despistado". Ningún hombre del Sahel se despista en el Teneré.
Desde 1990 los hombres azules entraron en disidencia porque los ricos yacimientos de uranio eran explotados por compañías extranjeras sin que el pueblo tuareg se beneficiase en nada. Fueron años de riqueza que duró hasta que el final de las pruebas nucleares derrumbó el precio del uranio. Ahora, por desgracia, ha vuelto a revalorizarse y por eso no fue extraño el asesinato del último presidente Ibrahim Baré Mainassara a manos de su escolta, en 1999.
He vivido en esas tierras como huésped del Jeque del gran pueblo de los Imanan (, como se relata en las páginas de mi libro Encenderé un fuego para ti y cuyo capítulo Tuareg se publicó se publicó en este periódico.)
Los tuaregs me dijeron que nunca volverían a permitir el paso de esa siniestra caravana (sic) de vehículos que no aportaban riqueza alguna, destrozaban las pistas y contaminaban el aire rompiendo la armonía de los poblados.
En el desierto funciona "el teléfono árabe" y ya todo el pueblo azul ha conocido cómo una moto destrozó a una niña de nueve años a la salida de un poblado.
Pero hay más, el gobierno de Niamey, dominado por los zermá, debió autorizar el paso del rally para infiltrarse en las tierras de los tuaregs y obtener información vital para resistir la revitalización de lo que impropiamente se llaman "guerrillas" o "terroristas" y no son más que los guerreros del pueblo tuareg que defiende su hábitat, sus derechos y su milenario modo de vida.
No nos dejemos intoxicar por informaciones interesadas. Los pueblos tienen derecho a vivir con arreglo a sus costumbres. El árbol del Teneré es fuerte desde su mausoleo en el museo de Niamey.

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