Blogia
J. C. García Fajardo

Formidable artículo del ex director de The New York Times sobre Bush y su entorno

Howell Raines fue director de The New York Times y es autor de este formidable artículo sobre Bush y su entorno de la América profunda, blanca e inculta. Vale la pena leerlo con el subrayador en mano (lápiz en mano). En estos momentos, el legado político de George W. Bush parece estar bastante definido por tres desastres distintos: Irak, en política exterior; Katrina, en bienestar social, y la influencia de las grandes empresas en las decisiones fiscales, presupuestarias y de regulación. Como consecuencia política a corto plazo, posiblemente nos libremos de tener a otro Bush de pocas luces en la Casa Blanca. Pero lo que la dinastía Bush ha hecho a la ciencia de las campañas presidenciales -los protocolos mediante los cuales los estadounidenses eligen a sus presidentes en la era moderna- supone un legado político que podría perseguir a la república durante años. Ahora estamos soportando a una tercera generación de Bushes que han adoptado el libro de instrucciones de los "implacables" Kennedy y lo han ampliado hasta convertirlo en un código coherente de amoralidad, tanto en tácticas de campaña como en el ejercicio del gobierno.
En sus campañas, los Kennedy utilizaban dinero, manipulación de la imagen, redes de viejos amigos y, cuando era necesario, ataques personales contra adversarios dignos como Adlai Stevenson y Hubert Humphrey. Pero había también una sólida base de conocimiento y propósito que sustentaba el sofisticado internacionalismo de John Kennedy, su iniciativa sanitaria Medicare, su tardía devoción por la justicia racial, y la oposición de Robert Kennedy al gansterismo empresarial y sindical. Al igual que Truman, Roosevelt y, sí, incluso Lincoln, dos generaciones de Kennedys creyeron que podía tolerarse un cierto grado de trapacería política siempre y cuando estuviera al servicio del altruismo. Detrás de George W. Bush, hay cuatro generaciones de Bushes y de Walkers dedicados primero a utilizar redes políticas para amasar y proteger sus fortunas personales y, últimamente, a valerse de absolutamente cualquier medio para lograr un cargo, no porque quisieran hacer el bien, sino porque son lo que en Estados Unidos pasan por ser aristócratas hereditarios. En resumen, George W. Bush está situado en la cima de una pirámide de privilegio cuya historia e importancia social él casi seguro no entiende, dada la animosidad que muestra por el pensamiento académico.
Éste es el panorama general, tal como ha sido dibujado de la manera más efectiva por el analista político republicano Kevin Phillips en Dinastía americana. Desde 1850, la familia Bush, por medio de alianzas con el clan más inteligente de los Walker, acumuló una fortuna basada en los fundamentos clásicos de los capitalistas explotadores: ferrocarriles, acero, petróleo, banca de inversión, armamento y material bélico en las guerras mundiales. Tenían vínculos con las familias más ricas de la era industrial: Rockefeller, Harriman, Brookings. Pero nunca adoptaron la ética benéfica, de servicio público, que se desarrolló en esas familias. Empezando por la alianza del senador Prescott Bush con el presidente Eisenhower y siguiendo por la obcecada lealtad de su hijo, George H. W. Bush, hacia dos políticos de más talento, los presidentes Nixon y Reagan, la familia ha desarrollado la regla primordial de prosperar. En una campaña ha de adoptarse, si funciona, cualquier compromiso, por muy falto de principios que sea, y cualquier ataque contra un adversario, por falso que sea.
El paradigma en su forma más pura se vio cuando el primer presidente Bush renunció en 1980 a su creencia de toda la vida en el derecho al aborto para poder presentarse como vicepresidente de Reagan. Hasta hoy, cualquier mención de esta claudicación de principios enfurece a Bush padre. El hijo superó al padre en los jugueteos con las cortezas de cerdo y la música country. Por conveniencia y, lo que es más aterrador, también por convicción, hizo suya toda la filosofía de la América blanca e inculta de los Estados rurales sureños en relación con el aborto, el control de armas, y Jesucristo. Antes de los Bush, los eslóganes políticos de la izquierda y la derecha en Estados Unidos encarnaban al menos una pizca de verdad acerca de cómo gobernaría un candidato presidencial. La promesa del mayor de los Bush de un Estados Unidos "más amable, más suave", y el "conservadurismo compasivo" del más joven nos trajeron el eslogan político como pura desinformación. Estaban reivindicando una idea de noblesse oblige totalmente ajena a su historia familiar.
Pero ya fuera Bush padre alcahueteando o Bush hijo rezando, la concesión política oculta es la misma. Los Bush creen en dejar que el populacho controle las restricciones sociales y religiosas que emanan de Washington, siempre y cuando sea Wall Street el que decida qué pasa con el dinero de la nación. El Partido Republicano como institución nacional ha apoyado este compromiso. Lo que no sabemos aún es si el viejo gran partido será lo suficientemente sórdido como para llevarlo adelante sin un Bush al frente. Desde los tiempos en que hablaban de hacer rey a George Washington, los estadounidenses han tenido una actitud ambivalente hacia sus aristócratas. También han creído que la política sucia tiene su origen en maquiavelos populistas como el gobernador de Luisiana, Huey Long, y caciques urbanos como el alcalde de Chicago, Richard Daley. Los Bush, con mentores como Rove, Cheney y Delay, han vuelto del revés esa expectativa histórica. Ahora, nuestra desviación política se va derramando gota a gota, sin descanso, desde arriba. La próxima elección presidencial será un examen nacional de si la mancha de las tácticas bushianas dura más que el que probablemente sea el último miembro de la familia Bush que ocupe la mansión presidencial.
En 1988, el primer presidente Bush se aseguró el cargo describiendo falsamente a su adversario como alguien que consentía a los asesinos y a los violadores. En 2000, el actual presidente Bush logró la candidatura acusando a John McCain de oponerse a la investigación contra el cáncer de mama. En 2004 ganó con una andanada de mentiras sobre el historial de guerra de John Kerry. Con el liderazgo adecuado -el tipo de presidentes con defectos pero con principios que han ido aderezando su historia-, Estados Unidos puede parar el derramamiento de sangre en Irak, recuperar su reputación en el mundo, evitar las crisis en la sanidad y en la seguridad social e incluso llevar ayuda a la Costa de Golfo. Pero no se trata simplemente de evitar que Bush y sus seguidores, con su deteriorada conciencia cívica, lleguen a la Casa Blanca. La próxima campaña presidencial nos mostrará si estos inescrupulosos patricios han envenenado el pozo del sistema de campañas presidenciales. En ese caso, no habrá forma de saber qué clase de presidente vamos a tener.

6 comentarios

Almudena -

La política americana es muy parecida a sus programas de televisión, esos talk show en los que se demagogia con todos y todo con tal de que los picos de audiencia aumenten. Son capaces de hacer cualquier cosa por el poder, pero lo peor de todo es que cuando lo consiguen pasan de hacer cualquier cosa a hacer lo que realmente les da la gana. Mientras la sociedad americana siga siendo así Opra seguirá teniendo miles de seguidores y personajes como Bush miles de votantes.

Silvia -

La política estadounidense es y supongo que será siendo un escaparate de las tácticas y técnicas más avanzadas en lo que a publicidad se refiere. Lo que ha ocurrido desde antaño, como lo que ocurre en la actualidad es un claro de ello. Además si aderezamos esto con las malas mañas de los candidatos a la presidencia que son capaces de renunciar a sus principios o de mentir sobre la vida y milagros de sus adversarios con el fin de desacreditarlos, por llegar a la deseada Casa Blanca... no hay mas que decir. Y es que como se afirma: " el poder corrompe " y la Casa Blanca está casi siempre habiada no de inquilinos sino llena de malos y detestables okupas(por eso de que llegan allí como llegan), llamémse por ejempo Bush... Teky

Media Verónika -

La sociedad estadounidense es una sociedad con la enfermedad del capitalismo más profundo por una parte y de la ignorancia más profunda por otra.Allí todo está sujeto a las leyes del márketing.Sí,el Presidente es un producto más en el mercado,y los encargados de las campañas saben que su deber es tratar de venderlo al pueblo utilizando las más efectivas estrategias publicitarias.Este tipo de sociedad consumista entiende que lo más popular tiene que ser lo mejor,lo que no saben es que al final,probablemente acabarán pagando doble precio.Miento,no sólo ellos,sino todo el planeta.Muchos ciudadanos en países árabes por ejemplo, están más pendientes de las elecciones en E.E.U.U. que de las de su país,pues saben que aquéllas les van a afectar más(En realidad,en un utópico mundo justo,¿no deberíamos tener voto todos en unas elecciones que afectan a todos los países?)Mientras,los ignorantes ciudadanos norteamericanos,entregarán su voto a quién más les plazca,sin dar realmente importancia a lo que están haciendo,pues ¿De qué se van a preocupar los ciudadanos electores,con un nivel de vida altísimo y viviendo es su feliz disneylandia particular y a lo grande.Ya se encargará el tío Sam de alejar a los malhechores que tratan de atacarlos constantemente.Pobrecillos,¿Qué mal les habrán hecho ellos al mundo?

Sonia Portolés -

La ciudadanía de Estados Unidos está formada por pandas de incultos que mientras tengan restaurantes de comida rápida no valorarán nada. Por ello es como votaron a Bush. Bush lo único que hace es alimentarlos, y ellos al verse alimentados lo idolatran. ¿Si no por qué lo iban a votar? ¿POR ASESINO? Bush sabe cómo tratar a la gente. Tan sólo tiene que repetir como un robot lo que la gente quiere sin ni siquiera reflexionar, como los presidentes deben hacer, si ello mejorará o empeorará la situación. Pero la culpa no es sólo de él, o de “su gente” que transforma su papel higiénico en oro puro, sino también de los partidos políticos dominantes en diferentes países que lo apoyan. En el caso de España, ¿acaso Aznar mandaría tropas a Irak si se lo pidiera otro país con menos poder económico? Claro que no. Aznar llevó a su país a una guerra de inocentes liderada por un asesino que no sólo crea guerras por causas inexistentes, sino que además tortura a los prisioneros y lo niega. ¿Es eso un presidente? Pues parece que ahora en estos tiempos sí.
Nosotros, el pueblo, les damos el poder y ellos lo utilizan a sus anchas tan sólo para ganar dinero a nuestra costa.
Ellos son la cabeza pero nosotros somos el cuello, y sin cuello la cabeza se cae.

Jarkoe -

Estoy de acuerdo con Belén, los programas preelectorales estadounidenses lo demuestran claramente, son plataformas publicitarias de mensajes retóricos adaptados a un público objetivo. Es triste que se juegue así con la gobernabilidad de aquellas tierras. No obstante, espero que esta \"mancha de las tácticas bushianas\" se extinga pronto, durante las próximas elecciones, y lo haga también un espectáculo cuya vinculación a la política es más que vergonzosa.

Belén -

El problema de la política norteamericana es que se trata siempre de un concurso de popularidad. Hay que ridiculizar al oponente y convencer a la población mediante discursos populistas y demagógicos (que suelen ser bastante absurdos). Si se quiere llegar a la comunidad hispana se comienzan los discursos en español, si es una comunidad católica se habla de Dios...Las campañas presidenciales son un show que se ofrece al pueblo y que va cambiando según lo que los votantes quieran oir. En el fondo ninguno habla sobre lo que va a hacer, sino sobre lo que NO va a hacer el contrario. Sólo el que tiene dinero e influencias puede costearse la campaña. En Estados Unidos sólo hace falta dinero, asi llegan a ser presidentes o gobernadores gente como Bush o Arnold Schwarzenegger. Se puede esperar cualquier cosa...