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J. C. García Fajardo

Retazos 006: Estacas en el corazón

Avanzaba la caravana en lucha con el amanecer que se adivinaba en el horizonte. Más de doscientos dromedarios y camellos forzaron el paso animados por los gritos de sus cuidadores, ansiosos también del merecido descanso.
Cabalgaban durante toda la noche para evitar el calor del sol y aliviar a las bestias de sus pesadas cargas. Bajaban hacia Tombuctú y el camino se hacía cada vez más duro y ardiente.
Con las primeras luces del alba montaban el campamento al socaire de una duna o de unas palmeras, si tenían la suerte de encontrarlas. Colocaban en círculo los animales para descargarlos. Con las monturas e impedimenta formaban un muro de protección dentro del que se acomodaban por grupos los camelleros, después de haber maniatado a las bestias para que no se extraviaran durante la fuerza del calor y del viento chergui del mediodía.
Estaba el jefe de la caravana, Omar ben Yussef, refrescándose con sus ayudantes, para disponerse a descansar con las primeras horas del día, cuando llegó corriendo Nasrudín, el camellero responsable de una de las bestias más intratables.
- ¡Omar, Omar! – gritaba -. ¡Ay qué desgracia! ¡Ay qué desgracia!
- ¿Qué sucede, Nasrudín, para que grites de ese modo?
- Durante el camino hemos perdido la estaca a la que ataba mi camello.
- ¿Y, entonces?
- Que no puedo amarrarlo, ¡Padre de todos nosotros! Y cuando apriete el sol y sople el chergui se escapará con toda la carga encima ya que no puedo descargarla. ¡Ay qué desgracia!
- Tranquilo, Nasrudín. Lleva en alto ese martillo que tienes en la mano derecha. Aprieta con fuerza el puño de la izquierda como si tuvieras una estaca y dirígete con el ceño fruncido ante tu camello.
- ¿...?
- Sí. Haz lo que te digo. Cuando llegues ante él, agáchate y comienza a cavar con fuerza y a hundir con brío el martillo en el suelo, ¡de espaldas al camello, claro! Verás cómo se arrodilla y podrás descargarlo y maniatarlo
- Pero...
- Haz lo que te digo, Nasrudín.
Asombrado e incapaz de responder a su amo, Nasrudín hizo lo que le había mandado. Su sorpresa fue mayúscula cuando todo sucedió como si hubiera clavado la estaca. Pasó el día sin dormir acercándose a vigilar a la bestia que rumiaba tranquila. No se lo podía creer. ¡Su amo era sabio!
Al atardecer del día siguiente, cuando todos se aprestaban para ponerse en camino y Omar ben Yussef bromeaba con sus compañeros, llegó Nasrudín gritando y gesticulando como el día anterior.
- ¿Qué sucede ahora, Nasrudín?
- ¡Que el camello no quiere levantarse!, ¡Padre de todos nosotros! Le he puesto la carga encima, lo he azuzado, y nada, allá sigue tumbado. ¡Qué desgracia! porque todos los demás ya se ponen en reatas.
- ¿Pero, tú los has desatado?, - preguntó el jefe de la caravana.
- ¿Cómo lo voy a desatar si no hay estaca?
- ¿Y el camello qué sabe? Nasrudín, ¡El camello qué sabe!
Y volviéndose a sus amigos, les dijo Omar ben Yussef, hijo del sabio Tarik ben Baraka
- Así hay muchos en el mundo que creen estar amarrados a estacas que no existen

José Carlos Gª Fajardo


6 comentarios

Sergei -

¿Habéis comprobado si había camello?

Sonia Sanz -

"Es más cómodo creerse atado que intentar ponerse en pie y cruzar el desierto, y en ese aspecto, todos acarreamos una estaca". Coincido con Varela. Somos nosotros mismos los que nos acomodamos, y si no tenemos problemas parece que el ser humano es único para buscárselos. El miedo a luchar nos hace estar sentados.

Jarkoe -

Puede que más tarde, cuando Nasrudín se hubiera acostumbrado a engañar al camello, éste animal advirtiera que no era una estaca lo que hundía en la arena, al llevarle una extrema inquietud a investigar qué es aquello que no le permite dirigirse hacia donde le plazca. Entonces se sabría libre y aprovecharía el momento para escapar. O no. Pero esa posibilidad es la que debemos amar, porque este retazo es el espejo de la ignorancia que muchas veces no admitimos y nos convierte en esclavos de una mentira; y no creo que exista estaca alguna que nos ate. De todas formas, aunque así fuera, siempre habría un despiste: el momento en que el, sabiéndonos engañados, escapáramos.

Stefy -

A veces, estamos tan acostumbrados a algo que actuamos de forma mecánica cuando vemos que va a ocurrir. De tal modo que podrían engañarnos fácilmente y ni siquiera nos daríamos cuenta. Un simple gesto o una simple palabra y nuestro cuerpo actúa de manera prácticamente involuntaria. Es algo totalmente lógico y normal. Muchas veces nos engañan, pro este no es el problema, el problema es que nos lo creemos, al fin y al cabo... todos sabemos que en muchas ocasiones las cosas no son lo que parecen.

Varela -

Hace unos años leí en alguna parte una historia también atribuída al mulá Nasrudín, en este caso hablando de los ataques preventivos.

Es más cómodo creerse atado que intentar ponerse en pie y cruzar el desierto, y en ese aspecto, todos acarreamos una estaca.

Zola -

Qué sencillo es atarse a "nada", pero qué difícil es alejarse de la estaca.
"Teniendo un reloj siempre supe qué hora era, ahora que tengo dos he de mirar más veces la esfera".