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J. C. García Fajardo

¿Quién mece la cuna de los plantes patronales?

Me parece interesnte seguri de cerca el ''plante patronal de los armadores''  con la desmesura de los bloqueos de los puertos, algo inadmisible en cualquier circunstancia, salvo la seguridad nacional. Un viejo profesional analiza el tema que, sin dua, va a traer cola. No hay más que escuchar y leer con detenimiento las desorbitadas amenazas del representante de los agricultores en su asociación patronal. ¿Quien mece la cuna?

Nesemu

Mal precedente en la pesca

• Hemos sufrido un plante patronal, no una huelga de pescadores. Al Gobierno le ha faltado coraje

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  JOSÉ García Abad
Presidente del grupo Nuevo Lunes


La primera ocupación de los organizadores de un conflicto es generar una confusión bien organizada. Los armadores que han aislado al país durante una semana han inundado de tinta de calamar a los medios informativos. Mi primera ocupación debe ser, por tanto, aportar un poco de claridad llamando a las cosas por su nombre.
Hay que dejar bien sentado, de entrada, que el sacrificio de los consumidores y los sufrimientos de toda la cadena de distribución que va de las lonjas a los restaurantes, pasando por las pescaderías y los otros sectores que se han visto afectados por el plante no ha sido por una huelga de pobres pescadores; hemos sido víctimas de una huelga patronal. La prueba definitiva es que en el encierro de 18 horas de negociación con la ministra de Agricultura, Elena Espinosa, no había representantes sindicales, a diferencia de los conflictos generados durante el primer Gobierno socialista de 1981, cuando el ministro era Carlos Romero, que se las sabía todas.
Los promotores de la movilización han sido los armadores integrados en la Federación de Organizaciones Pesqueras y las Cofradías de Pescadores. Es cierto que estas últimas tienen una composición mixta e integran a pescadores y armadores, pero en este conflicto los cofrades protagonistas han sido los patrones. Y como en otras ocasiones, por ejemplo las huelgas de transportistas que sufrimos periódicamente, han utilizado la precaria situación de los trabajadores. La demagogia ha llegado a extremos delirantes, como la propuesta que hizo en Barcelona un portavoz de los huelguistas, que pidió la incorporación de Catalunya al muy centralista Estado francés.
¿Por qué han elegido estas fechas? La respuesta contribuye a aclarar la cortina de tinta. El plante de estos días resulta sorprendente, porque el gasóleo había ido subiendo a lo largo del pasado año, pero en estos días su precio se está estabilizando. Para los patronos, ha sido el momento más oportuno para hacer el boicot, minimizando las pérdidas del negocio sin disminuir los tremendos efectos colaterales de un bloqueo marítimo del país, como hicieran Napoleón y Hitler con Gran Bretaña y Estados Unidos con la Cuba de Castro. Si las autoridades españolas hubieran aguantado el envite, su lock out se habría disuelto por sí mismo ante la proximidad de la campaña navideña.
Los armadores han sabido jugar muy bien sus cartas ante un Gobierno paralizado por el Estatut o el asalto de las fronteras de Ceuta. Al Gobierno le ha faltado coraje para asumir sus responsabilidades evitando algo más dramático que la ausencia de lubina, gambas y cigalas, manjares de una buena mesa. El bloqueo ha perjudicado a la exportación de azulejos y naranjas valencianos, al suministro de gas para las eléctricas, a las refinerías de Repsol en Tarragona y Cartagena y al servicio naviero regular que ha aislado a las Baleares, así como a los cruceros turísticos.

EL GOBIERNO no hubiera podido impedir el cierre por sorpresa del puerto de Tarragona, el que inició la revuelta, pero sí podía haber evitado que la iniciativa fuera secundada por otros puertos. De haberlo hecho, probablemente no hubiera sido necesaria la salida de patrulleras. Bastaba con el aviso de su movilización para que los armadores hubieran desistido de su actitud.
Se ha echado de menos también una actuación eficiente de las autoridades autonómicas. El Estado tiene las patrulleras, pero los responsables autonómicos podían haber sido más diligentes con el teléfono, disuadiendo a los protagonistas de acciones ilegales. Y ya puestos en el capítulo de denuncias, también se podía aprovechar para advertir de la precariedad en que se encuentran muchos armadores que trucan sus motores para ganar potencia.
La ministra Espinosa es la que mejor se ha portado en este asunto, aunque debió rechazar la reunión con quienes bloqueaban los puertos hasta que abandonaran su acción delictiva. La ministra no se ha implicado a fondo hasta el final del proceso y delegó la gestión del conflicto al secretario general de Pesca, Juan Carlos Martín Fragueiro, quien --¡oh casualidad!-- ha sido hasta su nombramiento el gerente de los arrastradores gallegos de Marín.
La patronal pesquera ha metido al Gobierno un gol por toda la escuadra. Pidió el oro y el moro y se ha conformado con el oro.

PRETENDÍAN cambiar el sistema de apoyo nacional y comunitario, ahorrarse el pago a la Seguridad Social de este año y que el gasóleo manara directamente del surtidor al precio deseado sin pasar por el vigente sistema de control de las subvenciones, imprescindible para evitar el fraude. Finalmente han conseguido una subvención de 9,5 céntimos por litro de gasóleo, equivalente a 15 pesetas, que les permite recuperar la subida del combustible experimentada durante el último año. Se han puesto límites para que no se aprovechen las grandes empresas con caladeros en todo el mundo (España sigue siendo una gran potencia pesquera), pero se ha arbitrado un sistema que abarca prácticamente a toda la pesca de bajura.
Los huelguistas también han conseguido la creación de una mesa de negociación para obtener demoras en la pago de cuotas a la Seguridad Social o descuentos en las primas de seguros.
Estos logros son un pésimo precedente que motivará reivindicaciones por doquier: la de los camioneros autónomos, la de los taxistas y, si fuéramos coherentes, la de los ciudadanos de a pie, que también hemos perdido jirones de capacidad adquisitiva con la subida de la gasolina. No hay que excluir tampoco el efecto de contagio en otros sectores, desde la minería del carbón hasta RTVE. En definitiva, en la Administración han actuado como pardillos frente a los lobis empresariales.

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