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J. C. García Fajardo

Creación contra Evolución, según Bush

Me parece importante conocer las mimbres que tejen el ¿pensamiento? del presidente Bush y de sus secuaces (los que lo siguen o más bien empujan)pues esos andamiajes informan sus decisiones como venidas del Cielo, y así nos va. Bush ha confesado que dios le habla. Otros, por mucho menos, han ingresado en psiquiátricos o les administran tranquilizantes y les impiden que tomen decisiones que pueden afectar a otras personas. Las decisiones de Bush hunden economìas, imponen modelos económicos, fomentan el acopio de armas (que venden sus amigos), arruinan países, esclavizan y humillan. Se creen los amos del mundo y con patente universal y omnímoda para imponer sus arbitrarias decisiones. A un Príncipe así, los clásicos lo hubieran calificado de déspota y tirano con lo cual se suprimía el deber de obediencia y en cambio se justificaba el derecho de resistencia y aún de muerte del tirano.
Así, mediante el control de la voluntar arbitraria del tirano como fuente de ley, y el sometimiento de todos al imperio de la Ley pudo desarrollarse la democracia y se establecieron regímenes constitucionales y se promulgaron las declaraciones de Derechos Fundamentales que garantizan o procuran la justicia, la libertad y la solidaridad (antes igualdad) para todos.
Me parece interesante el artículo del periodista Tomás Eloy Martínez La Creación, según Bush
La democracia republicana de los Estados Unidos está convirtiéndose poco a poco en una democracia teocrática. O, por lo menos, está convirtiéndose en un tejido de ideas que permite a la religión infiltrarse dentro del cuerpo del Estado, pese a la separación que establecen las leyes.

A diferencia de las grandes revoluciones, la revolución religiosa del presidente George W. Bush -no menos grande, no menos difícil de revertir- no es sangrienta, ni tan siquiera popular. Sólo es fundamentalista, en el sentido de que lo bueno para él es lo mejor para los demás.

Desde comienzos de la década de los noventa se ha ido formando un frente de evangélicos y católicos que asesoran al presidente. Uno de ellos, el padre Richard John Neuhaus, pastor luterano hasta 1988 y sacerdote católico desde 1991, es una figura tan cercana al propio Bush que, según la revista semanal Time, "nadie lo ayuda tanto a articular sus ideas religiosas".

La preocupación central de Neuhaus -quien dirige el semanario ultraconservador First Things (Primeras Cosas)- es cómo enderezar una nación de apóstatas cuya cultura ha sido corrompida durante más de un siglo. La respuesta es simple: hay que gobernarla moralmente aun a contracorriente de sus propios designios. La ciencia debe basarse en la fe y no a la inversa: ésa es la bandera de la nueva revolución.

El combate había empezado antes aún del 11 de septiembre de 2001, mediante los severos recortes del Gobierno a los gastos de investigación en terrenos tan sensibles como el calentamiento global, la emisión o derrame de residuos tóxicos y la contraconcepción.

Ahora, en todas las dependencias oficiales que controlan los medicamentos, la salud y el medio ambiente, se respeta una agenda férrea que se opone al aborto, a los programas de prevención del sida, al uso de preservativos, a cualquier educación sexual que no preconice la abstinencia, a la llamada píldora del día siguiente y a la fertilización asistida.

La educación juega un papel central en esa lucha sin cuartel. Según Jeffrey Hart, profesor emérito en el Colegio Dartmouth y uno de los escritores conservadores más respetados de los Estados Unidos, "el Gobierno de Bush gasta millones en grupos de doctrina que promueven la abstinencia enseñando mentiras flagrantes como que el virus del VIH se contagia a través del sudor y de las lágrimas, y que un feto de 43 días es una persona pensante".

Bush dio un paso gigantesco en favor del fundamentalismo a mediados de agosto -poco antes del huracán Katrina y la catástrofe anunciada de Luisiana-, cuando explicó en Tejas, durante una mesa redonda con periodistas, que era partidario de enseñar en las escuelas las teorías de la evolución de Darwin y la llamada teoría de "la intervención inteligente" de manera indistinta. "Expongamos a los niños a las diversas corrientes de pensamiento", fue su dictamen.

Hace cinco años, Bush era lo que se conocía como un "creacionista" -igual que Ronald Reagan-, es decir, alguien para quien Adán fue formado con barro e impregnado de vida por el aliento divino, según enseña el capítulo segundo del Génesis.

Las ideas del presidente no son extrañas en un país fundado por puritanos y donde las lecturas de la Biblia son una tradición familiar de muchos siglos.

Nadie lleva la cuenta de cuántos creacionistas hay en América Latina, cuya población es abrumadoramente católica, pero en los Estados Unidos se sabe que son más de un tercio de la población, casi tantos como los que aceptan la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies. Para Bush, las enseñanzas de la Biblia debían ser tomadas de manera literal. Neuhaus lo hizo cambiar de opinión hace pocos meses.

A comienzos de julio, el arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, expuso al fin los principios de la llamada intervención inteligente que Bush abrazaría con tanto entusiasmo. No es una refutación de Darwin, sino una corrección religiosa de sus teorías.

En la evolución de las especies -sostiene Schönborn- hay brechas, vacíos que sólo la mano de Dios podría explicar. De otro modo, dice, no se entiende el abismo abierto entre la simplicidad de los microorganismos y la complejidad del ojo humano, por ejemplo. La evolución existe, pero el Señor la guía.

Neuhaus transmitió esos conceptos al presidente en una versión sencilla, a su alcance, e hizo de él un rápido converso. Un "born-again Christian", un cristiano que acaba de recibir la Luz, como Bush, es una esponja sensible a esas revelaciones.

A través de Karl Rove, su mano derecha, el presidente está trazando una alianza de hierro con los grupos más conservadores de la Iglesia católica. Rove se había acercado a Juan Pablo II a través del Opus Dei, de los Legionarios de Cristo y de Comunión y Liberación. Junto a todos ellos, ha celebrado ahora la consigna según la cual Benedicto XVI prefiere una Iglesia con menos feligreses, pero todos ellos incondicionales y absolutamente fieles a la doctrina.

Así es también la revolución que Bush predica, tanto en contra del terrorismo como en favor de la moral conservadora: que sean pocos, pero dispuestos a todo.

Los Estados Unidos fueron creados en 1776 como una nación de iguales en la que el Estado era independiente de las confesiones religiosas.

La mayoría de los norteamericanos es creyente, pero Dios no es el mismo dios para los millones de musulmanes, católicos, judíos, hindúes, sintoístas, mormones y las centenares de sectas cristianas que prosperaron en los últimos dos siglos.

La tolerancia con los que no piensan igual fue uno de los factores de la grandeza de este país. Bush ha puesto muchos cerrojos a esas libertades, y la atmósfera, aun en ciudades como Nueva York, ha empezado a tornarse cada vez más irrespirable. Da miedo.

4 comentarios

Ed -

Como dijera el gran trovador cubano y esencialmente humano Silvio Rodríguez: "Estamos viviendo en la Época de CÁMELOT..."

Zola -

A lo largo de la Historia se han comprobado los efectos devastadores que se producen cuando "lo religioso" toma las riendas de una nación.
Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno y llamar fundamentalistas a los islámicos,tratarlos como herejes de la "religión verdadera".... !Aún no se ha dado cuenta de que la religión verdadera es la mía!!

Fran -

Me gustaría saber quién le escribe los discursos...Lo cierto es que las promesas postelectorales de moderación se han esfumado.
Parece que la Edad Media quiere volver....

Carlos Miguélez -

Es verdad, da miedo. Estamos volviendo al oscurantismo. No sólo es Bush. Cuando fueron las Jornadas de la Juventud en Colonia, se escucharon declaraciones pavorosas sobre la abstinencia sexual.
Detrás de todo esto hay un motivo ulterior. La fe da una gran fuerza. A veces es una fuerza ciega que permite a los poderosos dominar.