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J. C. García Fajardo

Nesemu: Siete balas en la cabeza es ensañamiento

No podemos estar de acuerdo con el planteamiento de Pilar Cernuda en ABC. La ciudadanía no ha cedido el poder de las armas al Estado para que éste lo utilice contra Derecho y contra Razón. La razón de la fuerza no es legítima cuando existen otros cauces que el del ensañamiento que suponen siete balas en la cabeza de un ser humano. A bocajarro, después de haber sido abatido, disparar siete balas en la cabeza de una persona exige apartar del servicio inmediatamente al agente (o agentes) responsable de esos disparos. No está capacitado para ese servicio, perdió el control y es responsable de sus actos así como sus superiores... hasta el presidente del Gobierno de GB que lo lamenta mucho pero que lo comprende. Esa es la táctica de la policía del Estado de Israel del desprecio al otro, similar a la de los Estados totalitarios y policíacos, a los que tanto se parecen.
Para los responsables de la política antiterrorista de EEUU, reflejada en Guantánamo y en las torturas en cárceles de Iraq y de otros países árabes/musulmanes a los que han enviado centenares de apresados para ser interrogados mediante métodos criminales, el adversario se convierte en enemigo a abatir antes de probar su culpa. Esto va contra todo el ordenamiento jurídico vigente en los países democráticos que acatan la Declaración de Derechos Humanos y contra todos los logros sociales y jurídicos conseguidos durante siglos.
En la China comunista, como en la URSS, en la Alemania nazi, en la Sudáfrica del apartheid y ahora en Israel, rige la ley del más fuerte, la de la selva, la del Oeste: disparar antes de preguntar.
No son de recibo los argumentos de Pilar Cernuda y de otros periodistas que defienden la seguridad por encima del derecho y de la libertad. Existen otros medios que es preciso poner en marcha desde la inteligencia, las nuevas tecnologías, la cooperación entre organismos de diversos Estados y sobre todo, reparar las injusticias cometidas en tantos países del Sur. No han sido los iraquíes quienes han invadido EEUU, Gran Bretaña, Australia e Italia, etc, sino al contrario. Los ocupantes y colaboradores en la corrupción en Afganistán, Egipto, Pakistán y un largo etcétera son quienes ahora claman contra los inadmisibles actos terroristas de unos criminales. ¿Acaso no estamos asistiendo a un clamoroso Terrorismo de Estado?
Pues aunque éste no se hubiera dado y los terrorsitas actuaran indiscriminadamente, las fuerzas de seguridad de las democracias no pueden actuar criminalmente sin respetar los derechos establecidos.
De seguir la deriva de los defensores de la seguridad a ultranza y por encima de todo... lo del Gal va a ser nada comparado con el racismo, los holocaustos, las inquisiciones, las torturas, los exterminios, las deportaciones, las chekas, y el régimen de terror que se extenderá como la pólvora. Y en el campo del terror no gana el más fuerte y el mejor preparado sino el más despiadado.
José Carlos Gª Fajardo

: Desgraciadamente, hay que tirar

ES todo lo políticamente incorrecto que se quiera, va contra quienes estamos contra la pena de muerte, es algo que nos revuelve desagradablemente por dentro, que nos cuesta confesar en voz alta. Es una decisión que no se tiene en pie, que va contra el Estado de Derecho y contra las normas de la democracia. Pero en determinadas ocasiones es la única posibilidad de salvar vidas. Ante un suicida fanatizado es difícil poner a funcionar el sentido común; ante un terrorista dispuesto a morir matando no se puede dudar: hay que abatirlo para que no cometa una salvajada.

Es fácil argumentar que se debe disparar a las piernas, la experiencia -mala- de los últimos años demuestra que en milímetros de segundos el hombre o la mujer terroristas pueden hacer estallar los explosivos incluso cuando se encuentran malheridos en el suelo. Ésa es su fuerza, ésa es su ventaja, saben que la policía democrática, los cuerpos y fuerzas de seguridad de los estados democráticos no matan, y los terroristas islámicos están entrenados precisamente para inmolarse cuando se descargan contra ellos las metralletas, cuando se les da el alto, cuando se les impide correr.

Si se trata de salvar vidas, es evidente que se debe ser implacable contra los terroristas. Aunque nos repugne la contundencia para evitar que maten.

1 comentario

Alberto -

Está claro que siete balas son un ensañamiento ruin, y que los responsables deben pagar por ello. Y es necesario recordar que, aunque el chico brasileño hubiese sido un terrorista, el hecho en sí es igual de condenable. No podemos ponernos al nivel de quienes criticamos. Es verdad que el terrorismo es, por definición, cruel, sanguinario y bestial; pero eso no nos da derecho a matar gente de esa manera, incluso, repito, aunque sean terroristas. Si algo nos diferencia de los asesinos es nuestra altura moral, basada en estados de derecho y ordenamienros que nos han costado alcanzar muchos siglos. No cabe duda de que cualquiera de nosotros ha pensado alguna vez en caliente, tras un atentado, que a los terroristas hay que matarlos. Pero ese no es el camino, como decía Pérez Royo, porque nos convertiríamos en algo parecido a ellos, al igual que los cerdos casi se convertían en hombres en La Rebelión en la Granja de Orwell. Todos queremos dureza policial y persecución continua contra los terroristas, pero no todo está justificado.