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J. C. García Fajardo

Nesemu: No hay que huir a ningún sitio

Going home

Un matrimonio había trabajado durante toda su vida para fundar un hogar, hacerse con un patrimonio y establecerse con holgura. Tenían hijos casados y nietos ya crecidos. Cuando alcanzaron la edad de la madurez, siguiendo una tradición india, entregaron sus bienes a sus hijos y decidieron dedicar el resto de sus días a la contemplación y a peregrinar a los templos sagrados.
Cierto amanecer, cuando se dirigían al santo monte Khailasa, el marido vio sobre el camino un precioso diamante. Por temor a que su esposa lo desease, deteniendo así su evolución espiritual, colocó la planta de su pie sobre la gema preciosa.
Pero la mujer, que lo había seguido en este peregrinar por el inmenso amor que le tenía, posó su mano sobre el brazo del marido y con infinita ternura le dijo sonriendo:
- Marido mío y compañero de búsqueda, me pregunto por qué has renunciado a la vida serena en medio del mundo si todavía eres capaz de distinguir entre un diamante y el polvo del camino.

El anciano pasó su brazo sobre los hombros de su esposa y ella lo estrechó por la cintura mientras regresaban sonrientes a su hogar.


José Carlos Gª Fajardo

Este texto pertenece a la serie 'Retazos de Sergei', una colección de cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo

2 comentarios

Fran -

¿Y el pie del anciano? Digo, el diamante es lo que más corta del mundo, ¿no?

Carlos Miguélez -

¡Buenísimo! La espiritualidad no está en huir de las cosas, está en fundirse con el todo.