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J. C. García Fajardo

Nesemu: Son homófobos manifiestos

DE LA FAMILIA A LAS FAMILIAS es el título de un documentado trabajo del Notario y articulista Juan José López Burniol que sostiente que ' La ley ha de reconocer e igualar la pluralidad familiar sin forzar el sentido tradicional de las palabras y movernos en el campo de la verdadera ciencia y no en las descalificaciones de grupos ideológicos que terminan por desenmascararse a sí mismos: El cardenal Rouco respalda al tan cuestionado 'profesor' del CEU Aquilino Polaino. También lo hace el ínclito vicepresidente del Foro de las familias- ¿qué representatividad democrática tiene?- que llega a amenazar al Presidente del Gobierno con organizar nuevas manifestaciones si no le recibe el jueves y retira la ley. Es increíble. Volvemos a la democracia orgánica en su peor vertienet:'familia, sindicato vertical y ayuntamiento afecto al Movmiento' Ya no se trata de la palabra matrimonio sino que agreden con su manifiesta homofobia al considerar a la homosexualidad como una enfermedad ... ocasionada muchas veces, dice, por los padres que, mire usted, constituían una matrimonio heterosexual y con todas las bendeciones. Porque, lo que sí es evidente es que los hijos homosexuales proceden de padres heterosexuales. ¡Pensar que la Universidad del CEU, de la Asociación Católica de Propagandistas, tiene a Aquilino Polaino como Director de su Departamento de Psicología es para echarse a temblar! Con esos criterios anticientíficos, por ideológicos y sectarios, no pueden formar bien a auténticos profesionales universitarios.
¿En qué país vivimos? ¿Adónde quieren llevarnos? Si los obispos se meten en política, en otra dimensión que la de ciudadanos, no podrán quejarse después cuando el Parlamento que recoge la auténtica representación de la ciudadanía ponga las cosas en su sitio a la hora de los Presupuestos Generales el Estado.
Al final, no habrá mal que por bien no venga. Se van a acabar de una vez los privilegios anacrónicos e injustos.
Ya no quiero hablar de ese personaje llamado Alcaraz y que está anclado en Roberto Alcázar y Pedrín que ha perdido todoslospapeles pero que es jaleado por un sector determinado de la sociedad.
Nesemu


//La reciente marcha en Madrid contra la legalización del matrimonio entre homosexuales, convocada por el Foro Español de la Familia con el respaldo explícito de la Conferencia Episcopal Española, ha puesto de manifiesto --en primer lugar-- el interés prioritario de la sociedad española por todo cuanto afecta, directa o indirectamente, a la institución familiar y --en segundo término-- la diversidad de concepciones sobre la familia existentes en el seno de ésta.
Manuel Castells ha destacado cómo el eje vertebrador de la configuración tradicional de la familia ha sido el patriarcado, caracterizado por implicar una autoridad de los hombres sobre las mujeres y sus hijos, en el seno de la unidad familiar impuesta desde las instituciones; y cómo, en este fin de milenio, la familia patriarcal se ha visto superada por los procesos interrelacionados de la transformación del trabajo y de la conciencia de las mujeres.
¿Por qué ha sucedido así, a partir de los años 60? Por dos razones. La primera, la transformación de la economía y del mercado laboral, así como la oferta de más oportunidades educativas para las mujeres, han abierto a éstas la puerta de su independencia económica, que es el presupuesto de su auténtica autonomía personal. Y segunda, los avances de la biología, la farmacología y la medicina, han permitido el control del embarazo.
Las consecuencias de este cambio social han sido inmediatas. En primer lugar, ha hecho crisis el modelo de familia basado en el compromiso a largo plazo, lo que se manifiesta en la proliferación de rupturas matrimoniales; y, en segundo término, ha aumentado el retraso en la formación de parejas y la frecuencia de la vida en común sin matrimonio. Ello ha provocado no sólo el fin de la familia patriarcal, sino también la aparición de una creciente variedad de estructuras familiares, con lo que se ha diluido el predominio del modelo clásico de familia nuclear (parejas casadas en primeras nupcias y sus hijos).
Francis Fukuyama efectuó --hace algún tiempo-- una valoración negativa de la crisis de la familia nuclear en un ensayo sobre las causas del desorden social contemporáneo. Sostuvo que el primero y principal de los grandes cambios acaecidos en los años 1965-1995 es el declive de la familia, que él atribuyó al aumento del divorcio y a la ausencia de un compromiso cívico, puesto que la nueva familia rota destruye, según él, la confianza y los hábitos sociales, debido a la ausencia de la figura del padre y a la falta de autoridad paterna.

PARA FUKUYAMA, el trabajo asalariado de las mujeres y el control de la natalidad son los dos factores fundamentales del cambio familiar, junto con los sistemas de protección social, ya que la protección social fomenta --según él-- la ruptura familiar, ya que el welfare hace más soportables sus efectos. Este diagnóstico ha sido tildado por Inés Alberdi como antifeminista, en cuanto que culpa, como causante de los problemas que nos afectan a todos, solamente a las mujeres, que son quienes más recientemente se han liberado de las ataduras a las que han estado sometidas por siglos.
Frente a la tesis involutiva de Fukuyama cabe sostener que la crisis de la forma clásica de familia no significa, en modo alguno, el fin de la familia; ya que, en el desarrollo histórico de las sociedades --como destaca Isaiah Berlin--, no hay sólo valores buenos contrapuestos a valores malos, sino que hay muchos valores buenos y legítimos contrapuestos entre sí y tenemos que optar entre ellos y, al optar, muy a menudo hemos de dejar de lado valores también legítimos.
Es en este sentido en el que, aún comprendiendo la resistencia de quienes pierden preeminencia con el cambio, se debe dar trato preferente a los intereses emergentes de las mujeres, que imponen una transformación que influye en las familias e incide en la sociedad toda.
Por otra parte, es inexacta la idea de la quiebra actual de la familia, si bien es cierto que sus formas de organización han experimentado fluctuaciones. Como ha señalado Lluís Flaquer, las encuestas muestran que la familia es uno de los valores que más aprecian los ciudadanos, añadiendo que el creciente prestigio de la familia viene dado por la mayor necesidad psicológica que tenemos de ella.

UNA NECESIDAD que aumenta a medida que su intensidad institucional se desvanece y sus miembros se individualizan. Por tanto, la familia ha perdido consistencia institucional, pero ha ganado intensidad psicológica y emocional. Ya no hay una familia con mayúscula, con un patrón normativo único, pero existe una pluralidad de familias con minúscula, formadas por personas que creen en ella y se organizan según su leal saber y entender.
Hoy en día, el matrimonio es un instrumento, pero no el único medio de acceder a la realidad familiar plena, por cuanto --en la dinámica tozuda de los hechos-- la familia ha dejado de ser una realidad institucional rígida, de acceso exclusivo a través del contrato matrimonial. A la familia también se accede a través de la posesión de estado, que genera la unión estable de pareja. De la familia institucionalizada se está pasando, con rapidez progresiva, a la familia individualizada. De la familia a las familias, caracterizadas todas ellas por constituir un ámbito de solidaridad primaria. El único ámbito en el que se nos quiere por ser quienes somos; no por lo que tenemos, ni por lo que sabemos, ni por lo que podemos.
Esta plural realidad familiar ha de ser reconocida por la ley, igualándola en lo sustancial por lo que hace a sus efectos, y sin forzar el sentido tradicional de las palabras. Nada hay más estéril que un debate nominalista.

Juan José López Burniol

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