Blogia
J. C. García Fajardo

Nesemu: ¿DÓNDE VAS, MARIANO?

/Es un error del líder popular dejarse atrapar por una derecha autoritaria que le impide ir al centro/ escribe Juan Tapia, antiguo Director de La Vanguardia de Barcelona, y reconocido analista político.
Vale la pena seguirlo
Nesemu

//Sentí una desagradable sensación el miércoles mientras Mariano Rajoy pronunciaba sus discursos en el debate sobre el estado de la nación. Es normal que el jefe de la oposición critique la acción del Gobierno; y más en periodo electoral (las elecciones gallegas son en junio). Pero pasar de la crítica severa, e incluso despiadada, a pintar un panorama apocalíptico en todos los asuntos, a proclamar que la reforma de los estatutos romperá España y a pregonar que José Luis Rodríguez Zapatero está traicionando a los muertos, media un abismo.
El mismo que separa a un partido europeo de centroderecha de otro incapaz de elegir entre el modelo de la UCD de Suárez --ensalzado por Aznar a ratos-- y la atracción fatal por aquella AP de los siete magníficos, que coqueteaba con gestos de extrema derecha y descalificaba a Suárez como un traidor y un aventurero que se despeñaba por el precipicio.
Para llegar al poder, Aznar recorrió un largo camino hacia el centro y se rodeó de políticos de la antigua UCD (Arias-Salgado, Martín Villa, Pérez Llorca...). Y cuando en el 96 no consiguió mayoría suficiente, no tuvo manías en ampliar su campo de amistades y calificar de sensatos y responsables a Pujol y Arzalluz. Luego, cuando en el 2000 logró la mayoría absoluta, la carrera hacia la derecha del único presidente de Gobierno que no votó la Constitución del 78 fue pública y notoria. Y lo pagó en las elecciones del 14-M.
Pero lo difícil de entender es que, tras la derrota electoral, Rajoy, un hombre razonable que siempre se ha definido como un demócrata moderado, parezca atrapado por una red que le impide liberarse de las pulsiones de una derecha autoritaria y resentida y emprender el vuelo hacia los territorios del centro, donde en Europa --salvo crisis grave-- se acostumbran a ganar las elecciones. Y así, discursos abiertos y gestos sensatos, como el sí a la Euroconstitución europea y la entrevista con Zapatero tras la votación del plan Ibarretxe, se alternan, sin orden ni concierto, con predicciones catastrofistas y la selección de Acebes y Zaplana, el ministro del Interior y el portavoz de Aznar, como sus hombres de confianza. Pero pintar a Zapatero y a la política socialista como "radicales" (apuntando a extremistas) es un despropósito. La opinión pública ve, hoy por hoy, a Zapatero como una mezcla inteligente del Felipe González del 82 y 86 y del Suárez del 77 y 78. Es muy posible que la imagen de Zapatero se erosione, pero predecir ahora, a lo Casandra, que Zapatero lleva el país a la ruina es poco creíble. Y la consecuencia inmediata se ve en las encuestas posdebate. Tanto la SER como El Mundo, en rara coincidencia, señalan una derrota sin paliativos del líder del PP. Según la SER, Zapatero ganó por 20 puntos (44% contra 24%).

¿POR QUÉ ha cometido Rajoy, hombre ponderado, un error tan grande? En mi opinión, las pasadas elecciones vascas y las próximas gallegas han sido determinantes. El retroceso popular y nacionalista en Euskadi, junto al leve ascenso de Patxi López, indican que la lluvia fina de Zapatero está calando. Y aunque es verdad que la pérdida de fuerza en Vitoria no tiene consecuencias graves para el PP, en la emblemática Galicia puede suceder todo lo contrario. Allí una pequeña erosión del voto acarrearía la pérdida de la raspada mayoría absoluta. Y del poder. Y siendo Fraga presidente-fundador del partido y habiendo gobernado muchos años, sería un fuerte mazazo para el PP. Además, Rajoy es gallego y no puede permitirse perder Galicia, y ha optado por una estrategia que pretende cohesionar su partido contra un peligroso enemigo exterior. Sus asesores creen que hoy la unidad y la movilización del PP no se logra en las aguas del centro tranquilo sino en la reacción contra un líder izquierdista que ha traicionado a los muertos, que hace políticas que ponen en riesgo la unidad de España y que es un radical que "busca destruir a la familia" (declaraciones de Fraga a Clarín de Buenos Aires). El peligro es que esa movilización de sus bases más militantes le indisponga el electorado conservador menos excitado. Ésa es la gran apuesta. Rajoy quiere ir a las elecciones gallegas con un PP unido y galvanizado contra el enemigo.
¿Y qué pasará tras las elecciones gallegas? Depende. Si la estrategia de la tensión funciona, la presión para mantenerla toda la legislatura, e incluso para acortarla, será muy fuerte. Aunque Rajoy intentará moderar el rumbo para no separarse demasiado de las clases medias urbanas, imprescindibles en las próximas generales.

Y SI FRAGA pierde, nadie podrá decir que la culpa habrá sido de una estrategia demasiado blanda y Rajoy tenderá suavemente (siente aversión por las peleas internas) a favorecer una rectificación gradual y con el menor ruido posible. Veremos entonces la reacción de los Acebes y Zaplanas que piensan que el PP no debe separarse lo más mínimo del aznarismo.
En la primera legislatura del PP, sus dirigentes decían que el PSOE no tendría opción de volver al Gobierno hasta que renovara sus equipos y sepultara el felipismo. Y algo acertaron. El relevo de Almunia y de Borrell, ministros de González, fue necesario para que los socialistas recuperaran la Moncloa. Y allí donde se estrellaron Almunia y Borrell, Zapatero se salió con la suya. Rajoy debe saber que tiene un perfil más cercano a la fidelidad al antiguo líder, y a la continuidad, de Almunia que a la renovación, en un congreso disputado, de Zapatero. Es muy difícil que pueda ser el Zapatero del PP. En todo caso, no le queda mucho tiempo. Y para esta tarea los mosqueteros de Aznar son más una pesada carga que un motor. La incógnita es si tiene la voluntad de su inteligencia. O si, por el contrario, la pereza ante una dura pelea interna es superior a su ambición. La proverbial prudencia de los registradores de la propiedad puede no ser, en este caso, una buena consejera.//

1 comentario

Scicker -

Para mí también fue una desagradable sorpresa las declaraciones de Rajoy en su discurso sobre el debate de la Nación. Su tono fue excesivamente duro y en demasiadas ocasiones tocó de lleno la pura demagogia (basta sólo con escuchar ese inadmisible comentario en el que acusó a Zapatero de traicionar a los muertos). Con lindezas como esta Rajoy sólo consiguió demostrar que sus argumentos contra el Gobierno no eran muy contundentes. Y eso el pueblo lo ha percibido. Resulta muy significativo como en el último año el PP se ha dedicado a hacer una verdadera campaña de pesimismo y miedo hacia la ciudadanía, augurando la destrucción de España en manos de los socialistas (lo que dice Fraga de la destrucción de la familia debido a la legalización del matrimonio homosexual es francamente ridículo e irrisorio).
Estoy deacuerdo con que en el PP aún está muy presente la sombra de Aznar y eso no les esta beneficiando, porque da la impresión de que él y sus dos manos derechas, Acebes y Zaplana dirigen al señor Rajoy por un camino en el que no va a acercarse al pueblo, como quedó patente en el debate del miércoles.