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J. C. García Fajardo

Cuentos

"Es imperativo estar siempre alegres", Rabí Najman de Bratislava

 

“Oraita. Cuentos jasídicos”, Mario Satz. Miraguano Ed. 2007, 185 pp.

 

Nuestro interés por lo espiritual es mucho más profundo de lo que parece y alcanzamos a percibir lo mismo bajo la más cara de lo distinto, escribe el autor. Tanto como el sufismo o el zen, el jasidismo tiene algo que decir a nuestra época. Tras la racionalidad de los ordenadores, y para reforzar nuestro relegado hemisferio soñador, medio cerebro se dedica a recuperar lo que el otro  medio intenta destruir.

La tradición jasídica arranca del Rabí Bahal-Shem Tob, hombre extraño magnetismo, conocedor de bosques y pájaros; acarreador de arena y aguador muy pronto destacó por su fervor y su capacidad sanadora.

Su mensaje arranca desde un oscuro villorrio entre Polonia y Turquía en el siglo XVIII.

Oraita, palabra aramea de uso popular entre estudiantes del Talmud y la Kábala, significa “La Ley es luz”. Oración de sombra y luz este resplandor preexistente es el objetivo de los discípulos. En el taoísmo chino, en el budismo japonés o en el sufismo persa hay planteamientos similares. Un koan o una enseñanza zen puede llegarnos por medio de un haikú del XVII, del gran Basho, pero el discípulo deberá resolverlo con ayuda de un maestro. De igual manera un relato sufí de un genio del siglo X será revivido por un discípulo del siglo XX. Para su propia desgracia, escribe Satz, el cristianismo se interrumpió de su corriente patrística, dialógica y abierta. El valor reconocido en las tradiciones citadas a la iniciativa individual difiere de la sujeción católica a la infalibilidad papal o de la sequedad protestante, a interpretaciones islámicas o judaicas intransigentes.

Bajo el título Oraita, se ofrecen historias, anécdotas y apólogos pertenecientes a la revolución espiritual protagonizada por el jasidismo, el apasionado movimiento religioso que floreció en Europa central y aún pervive en nuestros días.

Se trata de relatos breves, directos, luminosos que apuntan al corazón del lector. Verdaderos iconoclastas de las formas (como los taoístas, budistas o sufíes), los maestros jasídicos fueron un canto vivo a la libertad, al buen humor y a la más profunda espiritualidad. “Es nuestro imperioso deber estar siempre alegres”, solían decir los maestros de esta corriente mística hebrea, de extracción popular, iletrada y cándida, opuesta en sus concepciones vitales a la tradición más ortodoxa del rabinismo talmúdico clásico. El Bahal Shem-Tob inyectó en el corazón de su pueblo  vilipendiado, ultrajado, y expulsado la esperanza loca de la alegría porque sí, contra toda dureza y negra perspectiva.

Aquellos jasidim del siglo XVIII fueron hombres de oficios sencillos: zapateros, tenderos, curtidores, tratantes de ganado, herreros, vendedores de té y hasta estudiantes de universidad que decepcionados por la frialdad académica volvían al redil hebreo para agregar su chispa al fuego común y primigenio. Es delicioso constatar que también entre los maestros del Tao chino o del zen japonés, los trabajos más humildes no impedían el más alto nivel de aprendizaje. El Rabí Jesús de Nazaret fue un humilde artesano judío que alcanzó la plenitud de la sabiduría y de la humanidad.

Nuestro siglo ha conocido, a la manera de Confucio en el siglo V a. de C., tres grandes recopiladores y estudiosos de sus tradiciones recuperando la sabiduría perenne que las informa: Martín Buber para el judaísmo, D.T. Suzuki para el zen e Idries Shah para el sufismo. Los tres parecen ser felizmente prófugos de toda ortodoxia y de todo sectarismo

La edición ha sido realizada por el filólogo y escritor Mario Satz, Argentina, 1944) editada, como de costumbre, con la delicadeza y profesionalidad de Miraguano Ediciones y dirigida por esa persona extraordinaria y sensible que es José J. Fuente del Pilar.

 

José Carlos Gª Fajardo

 

 

Reír es saludable

LAS ABUELAS NO LO SABEN TODO ...

El pequeño Esteban estaba pasando unos días con su abuela.

Llevaba un rato jugando fuera con otros niños cuando entró en la casa y

pregunta:

- Abuela, ¿Cómo se llama cuando dos personas duermen en el mismo cuarto y una de ellas está encima de la otra?

La abuela se quedó un poco sorprendida, pero decidió decirle la verdad su nieto de 6 años:

- 'A eso se le llama relaciones sexuales, cariño'.

El pequeño Esteban dijo: -

- 'Aahhh, vale!' y volvió a salir a charlar y a jugar con los otros niños.

Unos minutos después volvió a entrar y dijo todo enfadado:

- Abuela, no se llaman relaciones sexuales, se llaman literas!

...y la mamá de Diego quiere hablar contigo.

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En un casting para un programa de televisión, se pide a los participantes que den el nombre, los apellidos y una característica que los haga especiales.

Llega el primero y le dice a la recepcionista:

- Pepe Romerales. Corredor, 100 metros llanos en 10 segundos.

El siguiente:

- Manuel Vargas. Bailarín profesional. 104 horas de baile sin parar.

Llega otro y dice:

- José Unamuno. Tengo una poronga de treinta centímetros.

La que estaba anotando lo mira con los ojos desorbitados y le pregunta:

- ¿Una qué?..

- Una... muno, tarada... ¡Como el escritor!

 

Pensemos juntos

Nasreddin Hodja pasó un día frente a un huerto y no pudo resistir la tentación de entrar y llenar su morral de higos, manzanas y jugosas naranjas. El dueño lo sorprendió en esa tarea y le preguntó:

-¿Qué haces aquí?
-Pues la tormenta de anoche -respondió Hodja- me trajo por los aires.
-¿Y toda esta fruta?
-Se cayó cuando me quise sujetar de las ramas al llegar por los aires....
-¿Y cómo llegó la fruta del suelo al morral?
-Pues... en eso mismo estaba pensando -contestó Hodja. -¿Por qué no lo pensamos juntos?

(Cuenta Roberto Bissio, en el prólogo a la Guía del mundo, 2009, www.guiadelmundo.org.uy, que pensemos juntos las respuestas a las preguntas difíciles… ante la confluencia de tantas crisis: crisis de los alimentos que disparan sus precios en todo el mundo y empobrece a cientos de millones de personas; crisis del clima, con cambios catastróficos provocados por el uso desmedido de los combustibles fósiles en los últimos dos siglos; crisis de las finanzas globalizadas que ha hecho caer a bancos poderosísimos en Wall Street y que provoca recesión y desempleo en todas partes. Para tener más datos e información y buenas pistas para entender la tormenta que nos trajo aquí… y para que no nos engañen con respuestas ingeniosas los que sólo quieren ocultar que nos están robando la fruta.





 

Nadie da lo que no tiene

Nadie da lo que no tiene

 

A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un viejecito que se encuentra descansando:

 

- “¿Qué clase de personas hay aquí?”

 

El anciano le responde con una pregunta:

 

- “¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes?”

 

- “Oh, un grupo de egoístas y malvados”, replicó el joven. “Estoy encantado de haberme ido de allí”.

 

A lo cual el anciano comentó:

- “Lo mismo encontrarás aquí”.

 

Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua al oasis y, viendo al anciano, le preguntó:

 

- “¿Qué clase de personas viven en este lugar?”

 

El viejo respondió con la misma pregunta:

 

- “¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?”

 

- “Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado”.

 

- “Lo mismo encontrarás tú aquí”, respondió el anciano.

 

Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al anciano:

 

- “¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?”

 

A lo cuál el viejo contestó:

 

- “Cada uno lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquél que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí.

Aquél que encontró amigos allá podrá encontrar amigos acá.

Presentación de "Bailaré claqué sobre tus sombras", miércoles, 2 de julio

Queridos  amigos 

El próximo miércoles, 2 de julio, a las 19 horas, presentaremos “Bailaré claqué sobre tus sombras”, mi libro de relatos de sabiduría universal, en “La Casa Encendida”,  Auditorio, planta SS, Ronda de Valencia, nº 2.
Intervendrán, el Prof. de la FCI, Jesús Timoteo; el editor de Miraguano, José Javier Fuente del Pilar y Cristóbal Sánchez Blesa. Al final, se servirá un vino.
Esta colección de historias, ambientadas en un remoto monasterio de China, fabulan la relación entre un anciano maestro, su atolondrado ayudante y un ejecutivo de nuestros días que podría habitar en Shanghai, Nueva York, Madrid o Delhi. El hilo conductor de su enseñanza son los cuentos: breves narraciones zen, sufíes o taoístas para entender mejor las “sombras” de la existencia humana. Esas sombras que nos esclavizan y que debemos patear con los pasos de un claqué festivo y consciente, pues de nada sirve la pretensión de ignorarla.

Me encantaría que nos acompañaras para tomar juntos una copa esa tarde, y que lo pasases tan bien leyéndolo como yo escribiéndolo.

Un abrazo, José Carlos García Fajardo

"Bailaré claqué sobre tus sombras", Miraguano ed., Madrid 2008

(Esta es el texto que aparece en la contraportada de mi último libro. El viernes 13 de 18 a 21 horas y el sábado 14 de 12 a 14 horas, firmaré en la feria del Libro, caseta 267)

Gran parte del conocimiento humano se ha transmitido tradicionalmente mediante cuentos que reseñan hechos o anécdotas de algún personaje popular, ya sea real o imaginado, puesto en situaciones de especial sentido aleccionador. Los cuentos –que tan a menudo tratan de lo inefable, ese aspecto de la vida que con tanto ardor buscamos– tienen el poder de despertarnos y de transformarnos, pues, en palabras del poeta T.S. Eliot, “los humanos no pueden soportar demasiada realidad”.
Así, en todas las tradiciones culturales se encuentra la metáfora de “pasar al otro lado del río”, con la recomendación de que se deje la balsa en la orilla y no se cargue con ella; o bien la de “realizar la travesía del desierto”, abandonando la caravana de camellos y la impedimenta en el caravan sérail; mientras otras aconsejan “hacerse a la mar”, sin olvidar que todos los mares conducen a los puertos de Ítaca; o se sirven de la imagen de “subir una montaña”, pero no para quedarse en ella, sino para regresar a donde conviven los seres humanos.
En este libro, el profesor y periodista José Carlos García Fajardo, infatigable impulsor de proyectos solidarios, nos ofrece una sugerente colección de historias, rebosantes de sabiduría y experiencia vital, que ambientadas en un remoto monasterio de China, fabulan la relación entre un anciano maestro, su atolondrado ayudante y un príncipe de nuestros días que podría habitar en Shanghai, Nueva York, Madrid o Delhi. El hilo conductor de su enseñanza son los cuentos: breves narraciones zen, sufíes o taoístas para entender mejor las “sombras” de la existencia humana. Esas sombras que nos esclavizan y que debemos patear con los pasos de un claqué festivo y consciente, pues de nada sirve la pretensión de ignorarla.
 

Contraportada de "Bailaré claqué sobre tus sombras", de José Carlos García Fajardo. Miraguano Ediciones, 2008.

Cuentos: El Príncipe va en cueros

Creo que lo contó O.Wilde, es acerca de un príncipe al que iban a coronar al día siguiente. No conseguía dormir y contempló la ropa reservada para la ceremonia: hilo, seda, armiños, lino, brocados y el más sutil de los nipis filipinos con los que le hicieron los calzones (por lo que habían de custodiar),damascos, púrpura, piel, oro, plata, piedras preciosas, perlas... y pensó en el esfuerzo que había costado producir aquellos tejidos, desde el campo hasta la plancha, sudor, cansancio, inseguridad, hambre, enfermedad... y las minas para extraer los diamantes, y los pulmones de jóvenes buceadores reventados para conseguir las más finas perlas.. (Silencio aquí, como si hubiera sonado el gong del templo, o las maderas, sentémonos o continuemos el paseo, que Angel baje de su bici aunque sea junto a aquel precipicio y que Pat y Capullo nos cuenten el final de lo del cine y de lo de la cena con seudo celíaca, o salgamos a la terraza y que cada uno dé rienda a su imaginación sobre lo que ha costado producir todo lo que usamos cada día: desde el calzado hasta el sombrero o gorra, desde los materiales para construir la casa hasta los árboles con cuyas hojas se hizo el papel para los libros que tiene o para la higiene personal en Occidente, y esa tartera, sí, y ese té... y esa alfombra o kilin o farrapo... Hasta la vela que alumbraba el aposento del Príncipe estaba compuesta del vuelo de millares de abejas, libando en millares de flores, en campos de algodón mezclados con sudor y duelo para producir las mechas y el transporte y el trabajo de los que las fabrican, empacan, almacenan, envían, venden y envuelven.....El Príncipe sopló a la llama que daba luz, calor, energía y cuyo fin último, la perfección de su existir - porque las velas existen- que se cifra en consumirse para alumbrar a los demás... se recostó en su lecho y en su rostro afloró una fresca y sosegada sonrisa...
A la mañana siguiente, cuando los servidores acudieron para ayudarle a vestirse encontraron la puerta cerrada por dentro, llamaron como suelen los valets de chambre, con el roce de las uñas, y oyeron la voz tranquila y clara del Príncipe heredero de aquel Reino. "¡Ya estoy vestido! Avisadme cuando se inicie el cortejo..." Los edecanes se miraron con pasmo, el chambelán se quedó de un aire, los camareros abrieron sus bocas (que luego habrían de desencajar con gatos hidráulicos)... pero obedecieron.
Y ya os imagináis el resto... Toda la Corte en la catedral, con los poderes políticos, civiles, económicos y militares: los cardenales, arzobispos y obispos, así como los abades Mitrados, con Mitras recubiertas de oro, con pectorales y anillos de rubíes, de amatistas o de brillantes... los representantes de todas las Casas Reales... Doña Leticia arrobada o abobada en un traje rojo sangre de toro, bastante inapropiado, (Haced un alto y recordad la parafernalia que hemos visto en las bodas de "nuestras" Infantas, en los fastos del Vaticano tan extraños al Carpintero, o en la catedral de San Pablo para sencillamente celebrar el X aniversario de "la mejor de todas las madres del mundo" (Dí que sí, Henri, total... qué más da, algún día contaré lo que hizo aquel niño, cuya madre tenía todo el rostro quemado, cuando un compañero le espetó que su madre era la más fea del mundo)
La cabecera del cortejo se puso en marcha y cuando, con los portaestandartes y lábaros reales ya pisaba el atrio de la catedral, abrieron el palio para cobijar al Príncipe, ante el que todos, rodilla en tierra y rostro al suelo, nadie osó mirarlo, amparado y flotando en una nube de aromáticas resinas traídas de Arabia, el cortejo avanzó con una dignidad que emocionaba tanto que las lágrimas sólo permitían contemplarlo como en la foto de José Antonio de un paisaje bajo la niebla iluminada... hasta que unos chavales, encaramados a las farolas de la entrada, y conel culo al aire, comenzaron a voz en grito: ¡El Rey va en bolas! !El Rey va en bolas!"
La verdad es que por un cierto pudor, llevaba los sutiles y transparentes como el aire calzones largos de nipis de Filipinas...

No sigo porque desbarraría algo, cuando coja algo de confianza, ya veréis...un pequeño adelanto: en la nave central, algunas damas se desvanecían, otras se espatarraban, otras imitaban a la Roberts en la representación de Traviata, de Prety Wooman, otras se arrodillaban musitando "milagro, milagro, milagro, ¡qué bolas!" algunos caballeros se agarraron con fuerza a sus escuálidos bastones, algo ofendidos, otros tuvieron que colocarse los sombreros de copa para acoger sus pudendas, los monaguillos se pusieron a sonar las campanillas y allá arriba comenzó el revuelo de campanas, la guardia de honor de los fusileros escoces enarbolaron sus gaitas y aquellos kilts rentonianos no paraban... los oficiales con cascos con plumas presentaron armas, todas las armas, de forma que el cortejo casi no podía avanzar, los oficiales a la "federica" se abanicaban con los tricornios emplumados... los obispos, ay los obispos, con los ojos en blanco y las mitras habaneándose...y el Cardenal Oficiante agarrado a su báculo enhiesto y robusto inoició la antífona Nunc dimittes:  "Ahora, Señor, ya puedes llevarte a tu siervo en paz, porque mis ojos han visto la revelación que esperábamos...etc)

Comienza el debate, barra libre.

¿Qué se nos ha perdido con la OTAN en Afganistán? Actuamos como el 7º de Caballería de EEUU contra los indígenas

Decenas de civiles han muerto durante una operación de la OTAN contra los talibanes al sur de Afganistán, en la provincia de Kandahar, han informado hoy medios locales y testigos que elevan a 63 la cifra de fallecidos. La Alianza ha reconocido que en los bombardeos murieron civiles, aunque no ha precisado el número.
De confirmarse estas cifras, se trataría del mayor ataque contra civiles causado por las tropas de la Alianza en un sólo bombardeo desde la invasión de Afganistán por parte de EEUU en 2001.
El Consejo Provincial de Kandahar ha denunciado que las fuerzas de la OTAN bombardearon el pasado martes una zona en la que se refugiaban, en tiendas de campaña, muchas familias que habían perdido sus viviendas en anteriores combates en esa conflictiva provincia. Que no se trataba de talibanes, tal y como sostiene la OTAN. "Esa noche recogimos 61 cadáveres y otras dos personas murieron en el hospital de Kandahar", ha asegurado un miembro del Consejo Provincial quien ha mostrado su "fuerte condena a este acto de la OTAN" y ha asegurado que presentará en Kabul pruebas de lo sucedido.
Ante estas denuncias, la Fuerza para la Asistencia a la Seguridad (ISAF) bajo mandato de la OTAN ha reconocido hoy haber recibido "informaciones verosímiles" sobre la muerte de un número indeterminado de civiles en varias operaciones en el sur y ha dicho que sentía "profundamente" esos fallecimientos. La Alianza había indicado ayer en un comunicado que 48 militantes talibanes murieron en bombardeos en el sur del país, pero Mohammad se ha mostrado "totalmente seguro" de que "ni una sola de esas 48 personas eran talibanes, todos eran civiles, entre ellos mujeres y niños".
El bombardeo de civiles se produjo en plena festividad musulmana del Eid, que celebra el final del ayuno del Ramadán.
La masacre se produjo después de que la semana pasada otros nueve civiles murieran "por error" a resultas de sendos bombardeos de la OTAN
Este año ha sido el más violento en Afganistán desde la caída del régimen de los talibanes en 2001, con más de 2.000 muertos desde enero en distintos enfrentamientos.

Retazos de Ting Chang 019. En el corazón del palacio Imperial

   Zhongnanhai

Sergei imaginaba que algo distinto estaba sucediendo porque hasta el impasible Sun Tzen caminaba más recogido, y también había endosado una túnica blanca. Ting Chang le había contado un día que una de las dificultades que los jesuitas encontraron en el siglo XVI para dar a conocer su mensaje en China era que aquí el negro no es color de luto, ni se arrodillan para adorar, ni lloran en público ni tantas otras costumbres y usos occidentales que les distanciaban de la noble gente de la corte del Emperador que los había admitido para que con toda libertad explicasen sus ideas. El Emperador los admiraba como matemáticos, científicos, astrónomos y dialogantes sutiles, pero sobre todo porque habían comprendido y también admiraban la manera de ser de los chinos. De ahí que algunos regresaran a Roma para pedir al Papa que les permitiera introducir variantes en la liturgia que habían de desarrollar en China. Menuda se armó. En Roma no podían concebir, en el siglo XVI como en tantas otras épocas, que hubiera otras civilizaciones con verdades y riquezas tan respetables como las romanas. No sólo les negaron los permisos a los jesuitas para adaptarse a la manera de ser de los chinos sino que les prohibieron regresar allá. Fue lo que se llamó la Querella de los ritos que significó un retraso enorme en las relaciones entre Occidente y Oriente. Claro que, como disponían de las armas y de la prepotencia de los ejércitos portugueses y españoles, y más tarde de las de los holandeses, británicos y franceses, nadie movió un dedo por intentar comprender las inmensas riquezas de aquellas civilizaciones y culturas. Sólo se preocuparon de apoderarse de las riquezas materiales y de imponer sus manufacturas y modos comerciales. A eso, en el siglo XIX, le llamarían la exportación del modelo de liberalismo inglés que consistía en acabar con las trabas aduaneras para colocarles sus excedentes de producción sin que hubiera reciprocidad para sus productos.
El caso es que Sergei no sabía que había muerto la abuela de Ting Chang y que, con arreglo a los tiros ancestrales, el duelo era cosa de la familia y no era correcto hacer manifestaciones exteriores del mismo.
- Ahora ya sabes, Sergei, qué era lo que contenía el paquete que me había enviado mi madre. La túnica blanca que mi bisabuelo había vestido cuando murió su padre.
- ¿Pero cómo sabía ella que iba a morir? ¿Estaba tan enferma?
- Sergei, ella tenía sus años. Sabía que estaba ya madura porque había alcanzado su plenitud. Siempre me había dicho que “vivir hasta morir es vivir lo suficiente”. No comprendía la zafiedad de los occidentales cuando, dirigiéndose a una persona mayor, se atreven a decir que la “encuentran muy joven”.
- Como se estila en Occidente.
- Son estas cosas, aparentemente pequeñas, las que señalan los abismos entre nuestros pueblos. No es un tema de civilizaciones sino de valores, y Occidente se empeña en sostener y actuar como si sus valores y sus concepciones de la vida fueran superiores y pudieran imponerlos a los demás pueblos.
- Entonces, ¿no es correcto decir que la formulación de los derechos humanos es de alcance y validez universales?
- En la forma en la que los formulan y los utilizan ellos, no. No hay más que ver sus resultados en términos de explotación de otros pueblos, de conquistas y de colonizaciones sangrientas, de injusticia sociales como producto de una explotación y de una prepotencia inadmisibles que provocan ese odio, rencor y reacción contra esa forma de interpretar la historia. Es como el modelo de democracia que pretenden imponer a cañonazos. No es tanto el fundamentalismo, de uno u otro signo, como la desesperación lo que mueve a los pueblos que ya no tiene nada que perder. Han confundido valor con precio y crecimiento económico con desarrollo social.
- De ahí el silencio que califican como enigmático en el resurgir del Imperio del centro, que no terminan  de comprender y al que alimentan sin saberlo, -dijo Sergei.
- Por eso, los actuales dirigentes chinos, desde Deng Xiaoping, han decidido darles de su propia medicina. Utilizan sus materias primas, sus modelos y sistemas, sus redes financieras, sus conquistas cinética y sus desarrollos tecnológicos y todo ello lo apoyan en su insaciable codicia y voracidad. Un día te contaré algo que se empeñan en ignorar en Occidente, en ese “lejano oeste de Eurasia, en donde los hombres hablan a gritos, comen con las manos, se visten con pieles y habitan en cuevas”, como está escrito en nuestros libros más antiguos. Y es que los emperadores del Reino del Centro sólo sacaban sus garras para asegurar sus fronteras, para impedir que los bárbaros los molestases. Salían, ponían orden y regresaban al Centro sin importarles la conquista de más tierras y personas. Ellos sabían que china no ocupaba el centro de la tierra. No eran tan tontos, sino que constituían el Imperio del Centro. De ahí que el sabio chino y los dirigentes que caminan en el sentido del Tao y dentro del orden de Confucio miren con una distancia y con una perspectiva que ellos llaman enigmático, cuando no cínico o hipócrita, sencillamente porque no lo comprenden.
- Pero no todos los dirigentes tendrán esa altura de miras.
- Por supuesto que no, por eso, cada dinastía impone una forma de actuar que asegure el orden y la paz interior. Hasta que llega otra dinastía, sea manchú o mongola. Todas acaban siendo chinas.
- Y ahora quizás estamos en el declinar de la dinastía de los emperadores Mao, Deng Xiaoping y los últimos dirigentes de la Ciudad prohibida…
- Fíjate qué cosa tan curiosa. En pleno centro de Pekin, cerca de la plaza de Tiananmen, se encuentra el corazón oculto del auténtico poder de China. Se llama Zhongnanhai  (Lagos del Centro y del Sur). Es un conjunto ajardinado de residencias y espacios en donde viven y se reúnen los más altos dirigentes del Partido Comunista y del Consejo de Estado. Es el auténtico poder ejecutivo. Antiguamente, era una sección del Palacio Imperial y todo el mundo sabía que existía, quizás por eso Mao la escogió como su residencia y, desde entonces, viven allí los más altos funcionarios.
- Algo así como lo que me constaste del último Emperador que, aún después de ser derrocada la dinastía, se les permitió vivir durante unos años con toda la familia y la corte en la Ciudad Prohibida. Así, el pueblo había visto los cambios que aportó la Revolución de 1911 dirigida por Sun Yat-sen pero miraba hacia ese Centro del Imperio y sabía que nada malo podría suceder.
- De hecho, hasta que los militares con el general Chiang  Kai-sheck a la cabeza del Kuomintang no se alzaron contra el orden de la República recién instaurada no era previsible ni se imaginaba viable una revolución como la que habría de encabezar Mao al frente de la Larga Marcha.
- Esa sí que fue una auténtica revolución, pero nadie la vio venir.
- Así es, mañana hablamos de la  escritura, como pensaba hacerlo hoy pero ya ves…
- Mejor así, Noble Señor, mejor así.

José Carlos Gª Fajardo porla transcripción

 

Retazos de Ting Chang 018 : La perfecta velocidad

Cuando regresó Sun Tzen de la reunión que mantuvieron todos los consejeros en la residencia del padre de Ting Chang, éste se emocionó con un paquete que le entregaron. Estuvo sin abrirlo durante todo el día pero no dejaba de mirarlo y de cambiarlo de sitio en las ocasiones que venía para descansar. Fue un día de mucho trabajo pues a Sun Tzen le habían acompañado de regreso otras personalidades. Sergei se debatía entre dos tensiones, bueno, entre tres: por un lado, le hubiera encantado que Ting Chang dispusiera de más tiempo para descansar y así poder compartirlo juntos; por otro lado, el rapaz no había olvidado la historia de China que Ting Chang había comenzado a contarle y que era mucho más interesante que las lecciones de los profesores que le habían asignado; pero, en tercer lugar, por qué no decirlo, estaba deseando saber lo que encerraba aquel paquete llegado desde Pekin. Así que, tan pronto como llegó Ting Chang para cambiarse para la cena, le soltó, así como si nada:-         Noble Señor, debes estar agotado con este ritmo de trabajo.-         Pues es lo que me espera durante los próximos días. Se ve que han trabajado muy duro y ya mi hermano me había preparado durante una llamada que me hizo desde Ottawa.-         ¿No estaba en Nueva York?, - preguntó Sergei.-         Sí pero, en Canadá y en Brasil, se preparan las nuevas grandes delegaciones de la Compañía para América y ya están las obras muy adelantadas. Él, desde Nueva York, las coordinará pero, al parecer, han decidido que nuestra hermana tercera...-         ¿La que estudia en Suiza?-         Ha terminado sus estudios en la universidad. Ahora  ya lleva un tiempo haciendo prácticas en un gran banco internacional con sede en Ginebra...-         ... y que, por casualidad, os pertenece.-         No a nosotros, Sergei, al grupo. Es como si se tratara de un gran edificio que tuviera muchos pisos y dependencias vinculadas a las diversas plantas industriales, fábricas y medios de transporte. Pero en la que felizmente los responsables ya no necesitan desplazarse para estar siempre comunicados. Ya no hay que bajar de la planta cuarta a la segunda para despachar un asunto que puede resolverse por sistemas electrónicos y gracias a las maravillas que no dejan de sorprenderme de las nuevas tecnologías digitales, están mentalizándose para comprender que da lo mismo comunicarse desde la planta cuarta a la segunda que desde Shangai a Johannesburgo, Sao Paulo, Londres o Yakarta. -         Es como aquello que nos contaron un día en las chozas, y que no era precisamente un cuento oriental sino que era del libro Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, cuando la intrépida gaviota le pregunta a la Gran Gaviota ¿Cuál es la perfecta velocidad?...-seguía entusiasmado Sergei--         ...La perfecta velocidad es estar allí, le respondió tranquila. Es eso, Sergei. Mi padre ha comprendido que los logros de la realidad superan las mayores fantasías de la mente, pero que necesitarán siempre de la inteligencia y del corazón de los hombres para coordinarlos. Por eso él decidió dar el paso a las nuevas generaciones pues, por mucho que las comprenda y asuma el cambio, ha comprendido que, por su edad, será de mayor utilidad desde la retaguardia asesorando a los consejeros.-         Pero se cuidó muy bien de colocar a sus hijos en los puestos claves.-         Más bien se preocupó de darles la formación necesaria para las responsabilidades que nos aguardan. Recuerda también que en nuestra cultura por muchos partidos políticos, sindicatos, lobbies o mafias que existan siempre permanecerá la red insustituible de la familia. Es la que realmente tiene los contactos, guanxi, y sus mayores los comparten desde hace generaciones.-         Es como una red.-         Sí pero de obligaciones y de responsabilidades, antes que de derechos y de privilegios, que naturalmente también existen. De lo contrario aquellos no podrían ser desempeñados con la misma naturalidad que respiramos.-         Sí, Noble Señor, pero tú habías intentado sustraerte a ese entramado... para dedicarte a la medicina.-         Mi padre lo permitió y sus consejeros comprendieron la sabiduría que contenía su decisión. Lo que se requería era una formación universitaria completa y con acceso a las tecnologías y a los métodos más avanzados. ¿Qué importaba si dedicaba unos años a estudiar la fisiología y la anatomía del cuerpo humano, sus entresijos y sus dolencias, su armonía y sus problemas con tal de que lo estudiase a fondo? Esa era la clave, que lo que hiciéramos fuera con una entrega total y absoluta, como si nada en el mundo y en la vida fuera a interesarnos más. Al fin y al cabo, que más da estudiar anatomía que la gestión de una empresa. Se trata, como decía aquel maestro referida a la función del médico: aconsejar, escuchando; aliviar el dolor una vez descodificado y no interferir en el camino de la naturaleza para que esta restablezca la salud y el equilibrio.-         Por eso el maestro te acogió en las chozas y te preparó como si hubieras de dirigir un gran monasterio, o lo que fuera. Si eras capaz de gobernarte a ti mismo, daba igual que aplicases después tus talentos a coordinar a los demás. – reconoció Sergei.-         Por supuesto que el Maestro, por serlo, no puso ningún obstáculo y como él me dijo un día antes de ponernos en camino: “Sergei, no impidas su vuelo. Ting Chang no obstaculices su crecimiento”.-         Y en eso estamos. – respondió Sergei-. Aunque si tus hermanos fueron conducidos directamente hacia profesiones más relacionadas con vuestras responsabilidades en la familia ¿cómo es que contigo actuó de otra forma?-         No, Sergei, no fue así. Nuestro padre nos educó desde muy niños, y todo el ambiente familiar por lo demás, en la convicción de que no deberíamos preguntarnos nunca si nos gusta o no nos gusta lo que tenemos que hacer. No tendría sentido, se hace y ya está. Ahora bien, cada joven va mostrando sus habilidades, inclinaciones y capacidades y lo prudente es ir ayudándole a que las desarrolle dentro de un orden. ¿Por qué, si no, nos inculcan tanto la práctica de los deportes, el estudio de las artes y de manualidades si no vamos a dedicarnos al deporte ni a las artes ni a una actividad agrícola o artesana?-         Eso también lo valoran mucho en las universidades anglosajonas, y hay muchos que todavía no lo comprenden.-         Es fundamental. Aprender a trabajar en equipo, a perder y a ganar, a compartir y a ejercitarse y, cuando llega la ocasión, algunos a saber dirigir a los demás con todo lo que eso lleva consigo. Para la gente corriente, la autoridad se confunde con el mando, y este con privilegios. Qué error tan grande. Los sabios de las más importantes tradiciones afirman cada uno en su estilo que pocos nacen para mandar pero muchos para ser mandados.-         Dicho así, suena duro, - dijo Sergei.-         Es que es más cómodo que decidan otros que tener que tomar uno las decisiones que afectan a una comunidad, a una empresa, o a un estado. Por eso son tan pocos los que asumen esa responsabilidad, y por eso existen dinastías, no sólo en los estados, sino en las empresas y en otros muchos ámbitos del saber. Pero no resulta políticamente correcto hablar de ello.-         “El que sabe no habla, el que habla no sabe” – musitó Sergei.-         A propósito, Liebre de las estepas. Como quiera que estos días voy a estar más ocupado y no podemos interrumpir el trabajo con los textos, te he traído mis notas del Tao Te King, de Lao Tsé. Haz como con los Cuatro Libros de Confucio. Léelos, transcríbelos y tenlos preparados para cuando los necesitemos. Son 81, como sabes He procurado utilizar un lenguaje más adaptado al nuestro actual porque el de los textos originales sería muy difícil para ti. Un día de estos trataré de explicarte algo de la complejidad de la lengua china y de ese mundo del que te dan lecciones tus profesores pero que a ti, como mongol, al no haber nacido en este mundo tiene que parecerte más compleja. Es un mudo apasionante, ya lo verás.-         Contado por ti, Noble Ting Chang, estoy seguro de va a ser apasionante, - dijo Sergei mientras recogía el cuaderno que le tendía, y añadió –pero sin olvidarnos de la historia de China.-         ¿Y qué la comprensión del lenguaje sino la segunda mayor aproximación al alma de un pueblo? –  respondió Ting Chang como pensando en voz alta.

-         ¿Y cual es la primera?, Luz del Atardecer.

-   El silencio.

José Carlos Gª Fajardo por la trascripción

Retazos de Ting Chang 017: Gatos blancos, gatos negros

Caminaron durante gran parte del día. Ting Chang le contaba a Sergei los grandes rasgos de la inmediata historia de China, seguro de que sus profesores pondrían más énfasis en la de las grandes dinastías, desde el mítico Emperador al que se atribuye la unificación de los reinos chinos.
- Sergei, dicen que los pueblos que desconocen o que olvidan su historia están condenados a repetirla. Pero con la sensación de lo ya visto, que se hace insoportable por no haber sabido aprender de ella para no repetir los mismos errores.
- En el Monasterio apenas se hablaba de otra cosa que de los textos sagrados y de las tradiciones que había que conservar. Aunque, durante mi camino desde Mongolia, algo pude ver pero no entendía mucho porque, en mi país, se vivía parodiando el sistema político maoísta. Éramos de nuevo una colonia pero sin ese nombre y en todas partes nos aplastaba la imagen y las palabras de Mao. Se diría que iba a ser inmortal.
- No lo fue, Sergei. Murió el 9 de septiembre de 1976, después de una penosa agonía. Es curioso pero, unas semanas antes, grandes terremotos asolaron una parte de China causando más de medio millón de víctimas. Sabes que, con arreglo a las creencias populares, esos desastres anuncian cambios de dinastía. Esto no es tan importante, - pues las profecías se construyen después de los acontecimientos -, pero entre las gentes se utilizaba una expresión que parecía olvidada durante las décadas del oprobio.
- ¿Cuál era?
- Muchos hablaban de la pérdida del Mandato del Cielo. Fíjate. Esto sí que era contra revolucionario y todavía no había comenzado la despiadada lucha por la sucesión, a pesar de que siempre habían dicho que todo estaba atado y bien atado.
- Pero Mao ¿no había previsto su propia sucesión?, preguntó Sergei.
- Fue en 1960, durante la Revolución Cultural, cuando preparó a Lin Biao, el líder del Ejército Popular de Liberación como presunto sucesor, apartándolo de las luchas políticas para que no se quemase, aunque ya tenía setenta años. Pero la Campaña del Gran Salto Adelante ocasionó más de treinta millones de muertos de hambre y eso hizo pagar a Mao Zedong un enorme precio político y abandonar la cabeza del Estado aunque conservando su enorme poder carismático, del que otros se sirvieron. La política del líder dio paso a la que había de ser una auténtica revolución económica.
- De la que aún estamos viviendo.
- Sí, pero entonces no se tenía tan claro y personas como Deng Xiaoping, entonces secretario general del Partido, que popularizaría su política con la expresión “Gatos blancos, gatos negros, lo que importa es que cacen ratones”, todavía no había conquistado el poder. Lin Biao, tan radical como siempre, en 1963, desde la cúpula del Ejército Popular de Liberación mandó recopilar un librito con citas de Mao que se editó por millones de ejemplares para adoctrinar al Ejército. Fue el después famoso Libro Rojo de Mao.
- ¿Y la tristemente famosa Revolución Cultural?
- Algunos dicen que fue orquestada por Mao y por sus adláteres para recuperar el poder y mantener la lucha de clases permanente. Mao movilizó a jóvenes y a  adolescentes para que formaran agrupaciones de Guardias Rojos y se alzasen contra todos los que ellos tacharon de contrarrevolucionarios y de burgueses: intelectuales, burócratas, dirigentes locales y antiguos burgueses. Aquí los mejores vástagos de las antiguas familias hubieran corrido un auténtico peligro si los más destacados no hubieran sido enviados a ampliar estudios a países extranjeros.
- Fue la previsión de quienes auscultan el futuro para que se cumplan las profecías que convienen.
- Así es. Fue el tiempo de doblegarse ante la riada y de hacerse el muerto, dejándose ir en apariencia con el curso del río pero preparándose, como los auténticos dragones que lo cabalgan, para hacerse con su fuerza cuando se hubieran enfrentado todos contra todos. Como sucedió creándose un caos con un enorme vacío de poder. Mao sacó el Ejército a la calle y tras dos años de enfrentamientos, purgas, asesinatos y suicidios, destrucción de patrimonio artístico y cultural, el Partido resurgió de sus cenizas y el XII Pleno del Comité Central colocó a Lin Biao como sucesor. Pero los que sabían...
- ... los Sun Tzú...
- Enviaron a los jóvenes revolucionarios y desclasados en masa al campo para gustar su propia medicina: Aprender de los campesinos, como ellos habían hecho con intelectuales y científicos, rectores y académicos que comprendieron que la salvación estaba en recuperar lo mejor de la identidad perdida, la vuelta a las raíces para volar de nuevo, cuando pasase aquella peste de la supuesta Revolución Cultural se había revelado contradictoria, insegura y demencial. El talón de Aquiles se había revelado a pesar de la mano de hierro del Partido regido por ancianos pero algunos de la talla de Deng Xiaoping y de Chu Enlai, artífice de la política exterior china. Como en el choque de trenes no mueren las pulgas, él supo sobrevivir debido a su perfil voluntariamente oscuro. Comenzó con el distanciamiento de la URSS y con la aproximación a EEUU, inimaginable una década antes. Todo esto cristalizó en el viaje de Kissinger a Pekín, en 1971, y con la entrada de China en la ONU, desplazando del Consejo de Seguridad a la China  nacionalista refugiada en Taiwán.
- Así cayó Lin Biao y emergieron Deng Xiaoping y Chu Enlai, - apuntó Sergei para animarlo a que continuase.
- Lin Biao murió de forma misteriosa al caer sobre las estepas heladas de Mongolia el avión que lo llevaba huido a Rusia. Así, Mao, con 78 años se encontraba de nuevo sin sucesor reconocido. Se reabrieron las universidades, se rehabilitaron profesores e intelectuales y, bajo la apariencia de continuidad con el radicalismo anterior, que tanto confundió a Occidente, se introdujeron reformas inteligentes más en consonancia con las nuevas estrategias económicas que en los fanatismos políticos. La lucha de los moderados capitaneados por Chu Enlai y por Deng Xiaoping contra la Banda de los Cuatro, liderada por la esposa de Mao, Jiang Qing, fue atroz desencadenando una insólita campaña contra Confucio.
- ¿Pero no estaba proscrito? ¿No se habían lanzado a la calle con el grito “¡Abajo la barraca de Confucio!”?
- Ellos sabían lo que hacían pues, bajo el pragmatismo y la ortodoxia marxista-leninista, que representaban Chu Enlai y Deng Xiaoping, se estaba ventilando una nueva actitud ante el progreso económico y social, así como la recuperación del papel hegemónico de la China del Imperio del Centro que nadie, dentro y fuera, supo detectar.
- De ahí el triunfo irrefrenable de la economía y del crecimiento desde la década de los setenta.
- Chu Enlai, gravemente enfermo de cáncer, al igual que Mao Zedong, proclamó las Cuatro Modernizaciones para reformar la agricultura, la industria, la defensa y la ciencia y la tecnología. Pero Occidente permanecía ciego y obnubilado por la enorme carga demográfica y la aparente uniformidad de los cuadros vestidos todos con trajes azules. Los nuevos dirigentes pusieron lo eficaz y lo económico por delante de lo político. Conservaron las estructuras pero inyectaron en el sistema unos virus que se apoderaron de todo el andamiaje. El beneficio económico y la más que contrarrevolucionaria frase de Deng Xiaoping: Enriquecerse no sólo es lícito sino revolucionario.
- Y ahí cayeron todos, como moscas en la miel, comenzando por los militares, los políticos y los funcionarios, - dijo Sergei, contento de su metáfora.
- Sí, fue como cuando, para conquistar una fortaleza, el general proclama el derecho de saqueo durante tantos días. Es de una eficacia insuperable, pues ya no compiten contra el enemigo sino contra sus propios compañeros en la codicia y la avaricia por tener más. En enero de 1976 moría Chu Enlai, y Deng Xiaoping fue destituido, pero no destrozado, como habría de verse poco después. Lo responsabilizaron de los sangrientos sucesos de abril en la plaza de Tiananmen. El 9 de septiembre de ese año, 1976 moría Mao, como te dije. Le sucedió Hua Guofeng que, adelantándose a sus oponentes radicales que preparaban un golpe de Estado, ordenó la detención de la viuda de Mao y de los otros cabecillas de la Banda de los Cuatro. Así acabó la tristemente célebre Revolución Cultural dejando a salvo la necesaria memoria carismática del líder máximo, Mao Zedong.
- Y los políticos, estrategas e intelectuales de Occidente sin enterarse de lo que estaba ocurriendo mientras anunciaban un derrumbe y el caos en China.
- O se apresuraban a invertir como locos en los nuevos mercados que, paradójicamente, se les abrían en China. Deng Xiaoping volvió al poder y aplicó los principios de apertura y de reforma mientras desmontaba sutilmente el poder del maoísmo. Deng fue el último Emperador de China, reservando para Mao el de penúltimo Emperador de la dinastía roja, cauterizante, catártica pero revitalizadora que preparó la aurora para el auténtico Imperio del Centro que emerge de nuevo.
- ¿Dónde queda la imagen del caudillo revolucionario de la Larga Marcha y poeta que fascinó a estudiantes y a campesinos, así como a los jóvenes europeos de los sesenta y de lo setenta?
- Bueno, no todo fue candor e ingenuidad en el izquierdismo maoísta del 68. Sobre todo fue ignorancia de la historia y de la manera de ser del pueblo chino. La mayoría de los jóvenes europeos y de las dos Américas que idealizaron a Mao no habían conocido en sus vida más que a cocineros y camareros grises y opacos en los  restaurantes de sus barrios. ¿Qué sabían del enorme potencial científico, cultural y artístico del Imperio del Centro, de la China real y eterna?
- Noble Señor, se te ha encendido la mirada, quizás no haya estado de más la estancia en las chozas  y en este apeadero camino de Shangai, - musitó Sergei mientras recogía el servicio del té -. ¡Me gustaría tanto que me siguieras contando tú la historia de China!

José Carlos Gª Fajardo, por la trascripción

Retazos de Ting Chang 015: Cosas del Imperio del centro

Una noche de especial calor, el Noble Ting Chang y Sergei estaban tumbados boca arriba, junto al embarcadero de la laguna, contemplando las estrellas.
- Cuando uno mira esto se pregunta qué sentido tienen las guerras, las injusticias y el ansia de poder, - dijo casi en un susurro Sergei. 
- Por eso, en China, preferimos hablar del Cielo, más que de los supuestos dioses inventados por los hombres para soportar el absurdo de una vida sin sentido, -respondió en el mismo tono Ting Chang -. Se empeñan en que la vida tiene que tener un sentido trascendente cuando el único y verdadero sentido de vivir es hacerlo de acuerdo con la naturaleza.
- Lo malo es cuando se culpa al Cielo como si se tratase de un Destino implacable y cruel. Eso aligera muchas responsabilidades y mantiene a la gente atemorizada.
- Al parecer, esa es la clave del poder para muchas personas: la sumisión por el miedo a lo desconocido.
- Pero no es eso lo que enseñan los maestros de las más nobles tradiciones, como nos repetía el nuestro sirviéndose de cuentos y de paradojas, - continuó Sergei.
- Yo mismo quise sustraerme a las responsabilidades de mi condición a la que debía cuanto soy. Creí que huyendo todo sería más fácil, - dijo confidencial Ting Chang.
- Pero el Maestro te abrió los ojos y, con la ayuda de Tenno y del Barrendero de esmeraldas, te ayudaron a que vieras por ti mismo que no es lo que hacemos sino cómo lo hacemos lo que conduce a la felicidad que brota de la armonía y del equilibrio de todo lo que existe.
- Por eso da igual barrer un claustro que arreglar alcorques, o practicar la medicina como evasión y tapa conciencias,  - dijo no sin intención Ting Chang.
- ¡Que me lo digan a mí! – repuso rápido Sergei.
- Mira lo que está sucediendo en el mundo actual, con su loca carrera hacia la destrucción y hacia el caos. Los países de Occidente, que se dicen más desarrollados,  están reproduciendo los esquemas de todos los imperios que han existido en la historia de la humanidad. Esto a pesar de las advertencias de los estudiosos y de los sabios.
- Parece que siempre ha sido así, por lo que decía nuestro Maestro, - apuntó Sergei.
- No hay peor ceguera que la del que se arranca los ojos, -dijo con tristeza Ting Chang -. Hasta hace unos años, en Occidente se sostenía que Rusia y China estaban condenadas a la desaparición, confundiendo un régimen político con un país y con su auténtica historia.
- A los gobernantes parece cegarles la codicia, decía el Maestro, que es lo que conduce a la soberbia y a la ira. Es como si no pudieran considerar el mundo y sus pueblos como una anécdota en un universo en expansión, ilimitado e inimaginable ante el que lo más prudente es adaptarse a sus ritmos sin pretender echar los bueyes por delante del carro, - añadió Sergei.
- ¿Te acuerdas de la historia del boyero, del carro y de los bueyes que nos contó el Maestro Tenno? -, preguntó con inocencia Ting Chang, sentándose en el embarcadero y cubriéndose con una tela que había llevado previsor Sergei.
- ¡Háblame de China, Noble señor! Al fin y al cabo, aunque mongol de nación, soy chino de adopción, mientras me descubro ciudadano del mundo, - pidió Sergei, sentándose a su vez.
- Nosotros nos vanagloriamos de tener más de 5.000 años de historia, algo mitificados, sí, pero que son una realidad incontestable y que no es prudente ignorar cuando EEUU, por ejemplo, no supera los 300 años de desarrollo. Y fíjate, Sergei, la China actual no hace más que recuperar la posición de centralidad económica que tenía a comienzos del siglo XIX cuando era  la primera potencia mundial manufacturera. Lo admirable y que se empeñan en ignorar en Occidente, era que ocupaba esa posición desde hacía más de nueve siglos. O sea, cuando ni estaba descubierta América, ni había comenzado la conquista de África, ni habían comenzado las bárbaras Cruzadas contra “los infieles”. Fíjate que, en 1776, Adam Smith, el padre del Liberalismo y autor de La riqueza de las naciones, había escrito que China era un país más rico que todos los de Europa juntos. Si tenemos en cuenta que, antes de 1880, las relaciones comerciales entre los chinos, japoneses, javaneses y siameses, eran superiores a todas las intra europeas podrían darse cuenta los estrategas modernas del error de considerar al Maoísmo como la tumba de la historia de China.
- He escuchado decir a nuestro Maestro que el comunismo en China no es más que un gran sarpullido, como una catarsis que no alcanzará la duración de cualquiera de las grandes dinastías, - apuntó Sergei que sacó de no se sabe donde un termo con el té especiado que tanto les gustaba.
- En la Europa cristiana no van más allá de los 2.500 años de historia, asumiendo todo el pasado del Mediterráneo, de Egipto y aún de Oriente Medio, lo cual es mucho decir. India, decía el Maestro, es más compleja y no se puede simplificar con los criterios occidentales que se empeñan en razonarlo todo, medirlo y pesarlo, con unos esquemas y modelos que ahogan el espíritu y sofocan la fuerza de la intuición, que es fuente de vida. Pero no tiene una historia con un Imperio del Centro y una cierta continuidad, - dijo evocando el pasado Ting Chang, más en filósofo que en médico.
- También he traído galletas de jengibre, - dijo la Liebre como disculpándose de su voracidad aún en aquellos momentos. Pero, como él decía, “es que estoy creciendo”.
- Leía hace unos días un poema de T.S. Eliot que me había enviado mi hermano desde EEUU: “No pueden los humanos soportar demasiada realidad”. Y es que guste o no guste, lo admitan o no, en términos tecnológicos China estaba en una posición dominante antes y después del famoso Renacimiento europeo. Fueron la Revolución Industrial y la expansión colonial del siglo XIX lo que desplazó a Asia del concierto económico mundial, empobreciéndola, ruralizándola y desindustrializándola, (como escribe Ollé), por medio de la imposición de las reglas del comercio libre que obligaba a los países colonizados a abrir sus fronteras a los productos occidentales sin contrapartida alguna.
- A eso llama un japonés reencastado “el fin de la historia”, porque ya algunos han alcanzado un determinado nivel de desarrollo económico, aunque haya sido a costa de la explotación de miles de millones de seres “incivilizados”.
- Así es, - dijo pensativo Ting Chang mientras se alzaba y comenzaba a caminar en dirección a la Pagoda de las glicinias, seguido por la Liebre de las estepas que no quería perder ripio de aquella oportunidad formidable, aunque fuera a costa de saltarse el método paradójico de los cuentos. Valía la pena, de cara al inmediato futuro de los dos, y de tantos otros -. Es suicida que los occidentales ignoren las pautas culturales, históricas y las características específicas de vivir, pensar y organizarse de un pueblo que sin duda han influido en este espectacular desarrollo de las dos últimas décadas. Fíjate que, en este período, más de cuatrocientos millones de chinos han visto transformada su situación. Desde 1978, más de 25 años, ha habido un crecimiento sostenido superior al 9% anual. A ver si hasta el tan denostado, y con razón, régimen maoísta va a resultar que no es sino otro avatar de la antigua China imperial y burocrática.
- Un día contaste en las chozas, que el actual presidente de China dijo algo así como que China sabrá encontrar en sus tradiciones culturales un nuevo basamento filosófico apoyado en la sabiduría del Taoísmo y en las formas de gobierno inspiradas en Confucio, que, al parecer, pueden servir tanto para un roto como para un descosido, según quien las aplique, - dijo Sergei.
- El sistema comunista ha sido un enorme fracaso y no ha cumplido ninguno de sus postulados -, corroboró Ting  Chang -, pero ha podido servir para olvidar las anquilosadas estructuras de la última dinastía y de la casi desaprovechada revolución que la derrocó. Dicen algunos que las viejas supersticiones, costumbres y creencias vuelven a aparecer por todas partes y sería bueno identificarlas para aplicarles los necesarios correctivos para que su lado destructivo no vuelva a repetirse. Pero ahí están el impacto de Internet y de las nuevas tecnologías, la expansión financiera y económica para asegurarse el suministro de energía y de materias primas.
- Mientras los mercaderes occidentales sólo buscan los beneficios inmediatos, como aquella manera de cazar monos que nos contó el Barrendero: Les ponían cacahuetes debajo del árbol y los iban conduciendo hasta una jaula que tenía dentro un buen puñado pero que tenía una entrada tan estrecha que sólo cabía la mano estirada del mono, la metía, la llenaba de cacahuetes y luego era incapaz de soltarlos para sacar la mano y recuperar su libertad, - contó con gracia Sergei.
- Mira por donde hemos alcanzado el amanecer sin que nos faltara una buena historia-, dijo sonriendo el Noble Ting Chang que saludaba con una leve inclinación de cabeza a los dos Sun Tzen, el de Shangai y el de Nueva York, que iban a reunirse con otros homólogos en este día que habían acordado para que el Noble Señor descansase.

José Carlos Gª Fajardo, por la trascripción

 

Retazos de Ting Chang 016: Taichí chuán de los cerezos

Cuando se despertaron, sustituyeron la sentada del amanecer por una buena sesión de Taichí chuán en una amplia explanada cubierta de hierba, al otro lado de la laguna. Antes de dormirse, Sergei, mirando al planeta Venus que resplandecía en el firmamento, preguntó al Noble Ting Chang:
“- ¿Crees que un hombre puede cambiar su destino?
-  “Creo que un hombre hace lo que puede hasta que su destino le sea revelado”, respondió un noble samurai antes de entrar en la última batalla de su vida aquí en la tierra, porque él, antes de cerrar sus ojos para siempre, acertó a ver los cerezos en flor que parecieron muertos durante el invierno. Esas flores estaban formadas por todo lo que se había convertido en materia, también por las flores que nos habían deleitado durante la primavera pasada, no eran las mismas ni idénticas pero contenían todo lo anterior transformado. Nada muere para siempre, Sergei, nada. Los mensajeros de ese supuesto “destino” son los acontecimientos diarios, lo que le sucede al hombre, y a los demás hombres que viven en una sociedad concreta. No existe un Destino con mayúsculas pues sería identificable con la idea que nos hemos hecho de un supuesto dios creador que, por el hecho de fijarnos un destino, nos haría irresponsables. Y el hombre tiene que ser responsable, al menos, ante sí mismo”.
Sergei no añadió nada y se dirigió a su recámara, adyacente a la de su señor, dejando que esas palabras se expandieran en su mente durante el sueño, del mismo modo que lo habían hecho en su corazón.
No estaban solos sobre la amplia explanada.  Sergei no sabía quién los había convocado ya que ellos se habían acostado casi al alba, después de la reparadora noche bajo las estrellas. Vestidos con amplias túnicas del color de los cerezos, hombres jóvenes y maduros practicaban chikum, mediante la adecuada respiración, antes de iniciar las series de 84 pasos que conformaron una marea de olas armoniosas movidas por un viento interior. Ting Chang y Sergei se colocaron en un espacio que se abrió en el centro, porque ni delante ni detrás evitarían estar en primera fila en alguna de las evoluciones, y,  ellos se sabían aprendices. Ting Chang también a pesar de las prácticas que había realizado al otro lado del río con los tres maestros. Sergei las había imaginado desde su lugar en la baranda de las chozas y ahora llegaba el momento de dejarse llevar sin poner nada por su parte, sin pretender aprender nada, tan sólo suspendiendo cualquier resistencia.
También se suspendió el tiempo pues, como en el cosmos, éste no existe al no haber ningún punto inmóvil que sirviese de referente. El océano tampoco tiene referentes pues hasta las orillas, los cabos y las islas las conforma él con sus mareas. Cuando las aguas se mueven no lo hacen a impulso de los vientos, que sólo actúan en la superficie, sino formando parte de la danza cósmica en la que participan la Luna, las estrellas y las galaxias. Por eso, en la experiencia de los sidhis más venerables que conformaron los Upanishads, el universo danza.
A Sergei le encantó la túnica roja que Ting Chang le tendió cuando se levantaron. No dijo ni preguntó nada. Su señor vestían una igual y él sabía que tenía que endosarla libre de cualquier otra ropa. Habían caminado en silencio por la vereda de los Olmos y, pasadas las pagodas, se sintieron invadidos por una paz reconocible por la experiencia de las sentadas pero que ahora la sentían como brotando de su interior más profundo, como respuesta a una llamada que provenía de ese mar de túnicas rojas en aparente quietud pero que no eran sino un hervidero de acción y de energía. Cuando terminaron las series, todos a una se inclinaron ante el sol que ya reinaba en el horizonte. Con un paso hacia atrás, la marea humana dejó al frente a un venerable anciano que se volvió con el rostro sereno y lleno de paz. Todos se inclinaron en un saludo que comprendía a todo cuanto existía, arriba y abajo, dentro y fuera, entorno y en el centro de cada uno.  Eran conscientes de que por cada uno de ellos pasaba el eje del universo.
Cuando llegaron a la casa, se desayunaron todavía en silencio y, al levantarse para disfrutar del día de asueto que tenían ante ellos, el Noble Ting Chang dijo a Sergei:
- “¿Sabías lo que en Occidente ponen en boca de Séneca referido al aprendizaje?
- ¿Cómo voy a saberlo, Noble Señor, si tú no me lo cuentas? Soy todo oídos.
- Lo aprendí en latín, y ahí va, Liebre de las estepas, Homines dum docent, discunt, los hombres, mientras enseñan, también aprenden. Desde la infancia, a mis hermanos y a mí nos enseñaron buenos maestros y profesores. Pocas cosas existen en China tan valoradas como la buena educación, pues hasta el culto a los antepasados, el respeto a la familia y a las instituciones que mantienen la armonía, se transmiten mediante la educación y el ejemplo. La innovación fue que nuestras hermanas también participaron en esa formación, y eso le costó comprenderlo a nuestras abuelas, pero nadie cuestionó la decisión de nuestro padre, dada la situación revolucionaria que vivíamos en China. Una vez más, se trataba de aplicar la sabiduría del Taoísmo no oponiéndonos a la riada sino adaptándonos a ella, como hace el agua. ¿Recuerdas lo que nos contó el Maestro Tenno evocando un maravilloso pasaje de Lao Tzú?
- Sí que lo recuerdo, Noble señor, ¿cómo íbamos a olvidarlo, sobre todo allí en las chozas en donde vivíamos en la ribera de un río que nos servía de referente bajo el cielo? -, respondió Sergei. Lo memoricé y lo conservo como un tesoro.
- ¡Cántalo, Sergei, con la tonalidad que nos enseñó el Barrendero!, musitó Ting Chang que por unos momentos había dejado un lado su proyecto de ilustrar a Sergei en la historia del Imperio del Centro, como complemento de lo que le enseñaran los profesores que le asignó.

“La suprema bondad es como el agua.
El agua todo lo favorece y a nada combate.
Se mantiene en los lugares
que más desprecia el hombre
y así, está muy cerca del Tao.
Por esto, la suprema bondad es tal que,
su lugar es adecuado.
Su corazón es profundo.
Su espíritu es generoso.
Su palabra es veraz.
Su gobierno es justo.
Su trabajo es perfecto.
Su acción es oportuna.
Y no combatiendo con nadie,
nada se le reprocha.
- Bien, Sergei, ya tenemos alimento para el camino.
- ¿Adónde vamos, Noble señor?
- ¿De dónde venimos, Liebre?
- Yo de las estepas de Mongolia, - repuso mientras terminaba de preparar una mochila en la que llevaba un termo con té y unas fiambreras.

 

José Carlos Gª Fajardo por la trascripción

Retazos de Ting Chang 014: Carnicero aventajado

Bastante antes del amanecer, Sergei se sentaba unos pasos detrás del Noble Ting Chang para acompañarle en la meditación. De alguna manera, Sergei sentía que el Venerable Sun Tzen, ¡el chofer que había ido a buscarlos al monasterio! también estaba sentado en algún lugar cercano. Nunca hablaban hasta después del desayuno, cuando Sun Tzen se asomaba por uno de los lados de la terraza y hacía una leve inclinación de cabeza a la que respondía Ting Chang alzándose y permaneciendo unos segundos de pie en un silencio que todos respetaban. Entonces, guiñaba un ojo a Sergei y se dirigía a su tarea de recibir a personajes responsables de las diferentes áreas del imperio económico y financiero de su padre. A veces, hablaba por teléfono con su hermano que seguía todo el proceso desde Nueva York. Ambos sabían que su padre estaba al corriente de todo, pues él también tenía otro Sun Tzen a su lado. Estos Sun Tzen, así como se refería a ellos el Noble Ting Chang para no volver loco a Sergei, se habían formado al lado del padre durante los duros años del maoísmo más desatinado y enloquecido pero que el padre supo interpretar como la necesaria catarsis de un sistema que iba mucho más allá y era más profundo que la desquiciada Revolución cultural. Esta no había sido ninguna de las dos cosas pero había servido para que se consumiesen en su propia sentina las excrecencias de un período de transición desde el anquilosamiento de la última dinastía a los albores de la nueva, que todavía no tenía cabezas visibles. Pero sí hombres sabios que actuaban entre bastidores desprovistos de la más mínima ambición o codicia.
Hacia medio día, Ting Chang aparecía por algún lugar del jardín o de las pagodas que flanqueaban la laguna y allí estaba Sergei listo con una sonrisa y con alguna invención para que el Noble señor se relajase antes de comer algo.
- ¿Has aprovechado el tiempo, Sergei?
- Progreso en el manejo de la informática, en el aprendizaje de los recursos de vuestra lengua y en el respeto de los ritos y de las normas establecidas.
- ¿Son duros los formadores que te ha puesto Sun Tzen?
- ¡En absoluto, Noble señor! Actúan como si yo ya tuviera dentro lo que ellos me van a enseñar y hacen del estudio un juego. Da la sensación de que no tienen un programa establecido y que aprovechan todo cuanto sucede a lo largo del día.
- Eso es lo que tú te crees. Saben muy bien lo que has de aprender y fueron elegidos porque poseen el arte de compartir los saberes sintonizando con el educando. Caminan a su lado y le van descubriendo la realidad, pero sin alzar el velo más de lo necesario porque las enseñanzas, como los líquidos, se adaptan al contenedor que los ha de recibir.
- Como le sucedió a aquel candidato a discípulo que visitó al Maestro y que no pudo recibir nada porque se derramaba de tanto como llevaba en su buche.
- Hombre, Sergei, dicho así... el cuento no se adapta mucho a ti. Mejor lo que cuentan del maestro sufí Baba Charkhi y de quiénes eran sus auténticos discípulos.
- ¡Cuenta, cuenta, Noble señor, mientras preparo el refresco de jengibre a la manera de nuestras chozas!, - respondió Sergei al que nada le gustaba tanto como una historia bien contada. A él que nunca dispuso de un libro de texto mientras permaneció al lado del Maestro.
- Se cuenta que un día llegó a casa de Baba Charkhi su tío y preguntó a un joven que estaba en el vestíbulo “¿Tú quién eres?” “Soy un seguidor del Maestro”, le respondió. “¡Valiente tontería! ¿Cómo puede mi sobrino tener seguidores si siempre ha sido un zote para los estudios. Si fuera lo que tú dices, yo lo habría sabido”. Después de esto, el tío se quedó varios años viviendo en casa de Baba Charkhi pero sin querer participar en las reuniones que tenía el Maestro. “¡A buenas horas perder el tiempo! Si lo conoceré yo desde que era un chiquillo y no es capaz de enseñar nada a nadie”. Allí vivió hasta su muerte y asentía cuando llegaban comerciantes con los que Baba había mantenido negocios pues, a los ojos de muchos, no era más que una persona corriente. Un día llegó el conocido erudito y teólogo Yunus Abu-Aswad Kamali que contaba a quienes querían escucharlo, entre ellos al anciano tío que asentía con la cabeza mientras degustaba una bien sazonada sopa de ganso: “Durante treinta años traté a Charkhi y jamás habló conmigo de temas espirituales, lo que no es propio de un sabio. Nunca me explicó sus teorías ni trató de hacerme discípulo suyo. Me enteré de su pretendida condición de sufí a través de su carnicero”.
- ¡Toma ya! ¡Menudo palo!, - exclamó alborozado Sergei.
- OH, Liebre de las estepas mongolas, - dijo con fingida seriedad el Noble Ting Chang complacido de que hubiera cogido la enseñanza de forma tan intuitiva-,  aún le queda tarea a tus formadores, en el terreno de las formas, quiero decir. Pero ¡venga ya ese jengibre que se te deshace en las manos!

José Carlos Gª Fajardo, por la trascripción

Retazos de Sergei 013: Lo que se olvida no se pierde

Las visitas se sucedían a lo largo de los días. Venían de uno en uno y con todos se guardaba el mismo protocolo para distinguirlos, procurando que no se encontraran.
- Noble Señor, le dijo Sergei mientras caminaban un rato después de la siesta, ¿No te cansa recibir a tantas personas distintas? ¿Te gusta?
- Sergei, son cosas distintas. Está claro que al final de la jornada me siento cansado, pero no puedo estar cansado de recibirlos pues nadie llega sin que en mi nombre lo hayan llamado. Por eso, hacemos estas caminatas por el jardín o nos relajamos en las terrazas o en el agua sin, que nadie nos moleste.
- Eso me ha impresionado desde que hemos llegado, todo funciona como un reloj, da la sensación de que estamos solos.
- Hasta los relojes necesitan que les den cuerda, y esta armonía que ves es producto de la experiencia de muchas generaciones, porque lo que se olvida no se pierde, Sergei.
- Yo me olvido de muchas cosas, Noble Señor, y me da pena no recordar una por una todas las palabras de nuestro Maestro.
- ¿Recuerdas lo que te dijo cuando le planteabas este problema?
- Todos se echaron a reír, pues estaba sirviendo el té a los tres Maestros. Entonces, ¿cómo hacer? Venerable Señor.
- No me llames Venerable, pues no lo soy. Sólo soy un hombre que camina, como tú. Ese tratamiento está reservado para los auténticos Maestros, y también para los ancianos pues, como sabes, Liebre de Mongolia, en China y en las más evolucionadas tradiciones culturales, se venera a los ancianos.
- He comprobado durante estos años que, en China, decirle a un anciano que lo encuentras muy joven es casi una ofensa.
- Es una descortesía. Ellos se dan cuenta de la ignorancia de los extranjeros y no lo toman como ofensa pues, para ofender, hay que tener intención de hacerlo.
- Pero, siguiendo con lo que íbamos hablando, ¿te gusta lo que estamos haciendo, tan distinto de nuestras etapas anteriores?
- Tú mismo te has respondido, Liebre venturosa: “Estamos haciendo” ¿A ti te gusta?
- Yo, Señor Amable, con tal de estar contigo o con el Maestro, ya me siento feliz y contento. No pido nada más.
- Esa es la respuesta, Sergei, amable también, desde niños nos educan a no preguntarnos si nos gusta o no nos gusta lo que tenemos que hacer. No vale la pena. Pero esto tiene que ver con el ámbito de la educación para el buen gobierno de uno mismo y en relación con los demás y con nuestros antepasados. La educación es la capacidad de enfrentarse/ a las situaciones que plantea la vida. Tu respuesta ha dado en la diana: La felicidad consiste en ser uno mismo y conservar el equilibrio y la armonía. Cuando uno se siente feliz no se pregunta si le gusta esto o lo otro que debe hacer, lo hace y ya está.
- Ahora sí que lo entiendo, Noble Ting Chang, pero cómo es eso de que lo que se olvida no se pierde.
- Claro, melón...
- ... así me llamaba el Maestro cuando se sentía contento... - musitó el rapaz con voz casi inaudible pero emocionada.
- Pues eso, atiende: Para olvidar algo antes hay que haberlo aprendido. ¿De acuerdo?
- De acuerdo.
- Puedes no recordarlo en un momento determinado pero está ahí, en tu disco duro, como todos los imputs recibidos. Aún aquellos de los que no tienes conciencia, que son muchísimos más y que tanto influyen en nuestras vidas, aunque no la determinan. Lo que ocurre es que, a lo largo de la vida, nos procuramos diversos soft wares o instrumentos para descodificar y servirnos de los diversos contenidos de nuestra conciencia.
- ¿Todos están en la memoria?
- En la memoria está lo que puedes recordar cuando lo precisas. Pero existe otro nivel que se activa sin esfuerzo de la voluntad y que tiene que ver con la maduración personal, con el crecimiento espiritual en el sentido de ir despojándonos más y más de ataduras y de servidumbres, de prejuicios y de tabúes, de dogmas y de fantasías que recargan la memoria.
- ¿Es el camino de la meditación, de la respiración y del desapego?
- No sólo, sino también, junto con la práctica de las virtudes y el progresivo control de nuestras pasiones e instintos. No digo eliminarlos porque eso es imposible y llevaría a la locura. Un hombre sin instintos estaría muerto, y sin pasiones ya no sería persona sino una masa inerte. Los animales no pueden tener pasiones, como tampoco tienen síntomas en sus enfermedades.
- Eso ya nos lo explicó el Maestro. Sólo tienen síntomas quienes pueden contarlos.
- El problema, escribió Lin-chi, Maestro Zen del siglo IX, es que no creemos bastante en nosotros mismos. “No existe Buda, ni camino ni aprendizaje ni realización”...que no estén ya en nosotros.
- Se trata de caer en la cuenta, decía el Maestro pero, Noble señor, me parece que todavía tenemos el tiempo suficiente para darnos un baño.
- ¡Vaya! Ya has sido capaz de percibir el paso de Sun Tzé, entre los árboles. Sigue así, rapaz, sigue así, y no te alejes.
- ¡Que antes se me pegue la lengua al paladar!, pero ¿a ver quién llega antes a la pagoda de las glicinias?
- ¿Y por qué no procuramos ir a la mayor velocidad posible pero sin adelantarnos uno al otro?
- ... y sin perder el estilo y la armonía. ¡Tocado!

José Carlos Gª Fajardo, por la trascripción

Retazos de Ting Chang 012: El Sabio de Harat

Sergei contemplaba en silencio, pero sin perder ripio, la continua llegada de visitas que venían de Shangai y de otras importantes ciudades. Bajaban discretas de sus imponentes coches y eran recibidas al pie de la escalera por  Sun Tzen, el supuesto chofer que los había traído desde el monasterio. Aquí vestían una sobria túnica de seda azul oscuro que llegaba al suelo. Su aspecto era imponente realzado por el pelo blanco y por su mirada penetrante y pacificadora, a la vez. No estaba junto a la puerta de los coches, sino que los esperaba en el rellano, inclinaban la cabeza y, después, extendían sus manos al modo occidental. El protocolo mostraba la realidad con evidencia al ver la imperceptible pero marcada diferencia entre las diferentes inclinaciones.
Una vez llegados arriba, los acogía el Consejero Principal de Ting Chang, un noble y sagaz ingeniero industrial y economista formado en EEUU bajo la tutela del padre de Ting Chang. Así había hecho durante las décadas más duras del imperio maoísta: los agentes de la estirpe Chang fueron reclutando y becando en todo el mundo a las mejores cabezas de jóvenes chinos, con alguna vinculación familiar a quienes durante milenios garantizaron el relevo en las estructuras tradicionales del Imperio del Centro.
Mientras todo el mundo hablaba de las mafias chinas, de las XX y otras redes existentes, nadie prestaba atención al entramado vital y firme que se iba extendiendo por las universidades y los más prestigiosos centros de investigación del mundo occidental y de la misma URSS, pues hacia allí habían desviado a no pocos estudiantes durante las fases más oscuras del naciente comunismo de oriente. Allí permanecía bastante desorientados, fue una labor sagaz la  de alentarlos, sostenerlos y animarlos para cuando llegase el momento de aportar toda su experiencia a la reconstrucción de los nuevos pilares del Imperio. Paciencia nunca les faltó, pero también sostén y ayuda a sus más sabios familiares que trataban de sobrevivir bajo la marea roja. También de Japón y de Corea del Sur, pero con mayor discreción que en EEUU, Canadá, Europa, Australia o lugares estratégicos del Sudeste asiático.
El Noble Ting Chang iba contándole estas cosas, de acuerdo con su limitado entendimiento pues no era chino de origen. Por eso ante algunas preguntas, repetía con sosiego el gesto que hacen los sufíes cuando consideran que una pregunta puede no tener respuesta en el estado de quien la formula. Respuesta existe pero no la capacidad y simplicidad necesarias para poder asumirla, o “llevarla”.
Sergei se daba cuenta de que el Noble Ting Chang aprovechaba los momentos de descanso en el baño o durante el paseo, paladeando el rico té especiado que le preparaba como nadie y que, en cierta manera, eran transformados por la presencia simbólica del sencillo servicio de té que les diera el Maestro. Un día dijo Sergei, a veces me parece que debería servir tres tazas... “A mí, también – respondió Ting Chang -, pero no es necesario porque esa es la función de los llamados talismanes. La gente cree que son piezas, piedras preciosas, objetos que poseen virtudes ocultas. No hay tal. Las cosas son las cosas. Pero hay algunas que hemos compartido con seres queridos en momentos inolvidables y que forman parte de un entorno sensorial que contribuyen a evocar la situación por sus formas, colores, tacto, sabor, peso y volumen. Están ahí sobre una sencilla mesa y parecen llenarlo todo. Por eso, según nuestros estados de ánimo, también preferimos unas flores a otras, ciertas músicas, perfumes, ropas y andar calzados o descalzos. Son ayudas para liberarnos y serenarnos, para reconducirnos al hogar del sosiego en el que se vive la felicidad, sin más nada”.
- Noble Señor, - dijo Sergei sentado con las piernas cruzadas en el suelo y jugando con sus dedos en el humo que subía desde el pebetero -, ¿consiste todo en el estudio y en el conocimiento, en el poder de los medios y en la fuerza, dentro de un plan superior y estrategias que nos gobiernan?
- Al de eso existe, Sergei, pero no puede explicarlo todo. Es cierto que existen poderosas estructuras financieras, ideológicas, de comunicación y de presión que influyen en las vidas de los ciudadanos aunque estos las desconozcan y sin que puedan liberarse de ellas. Eso forma parte del sistema. En todas las civilizaciones y religiones de la historia ha sido así: construir unas concepciones de la vida y del mundo en los que lo más prudente es seguirlos. Y lo más seguro. Y ya están logrando hacer creer a las gentes que el objeto fundamental del Estado es la seguridad. Imagínate que barbaridad si esa seguridad o paz no son fruto de la justicia, pretenderán que cualquier medio podrá justificar el fin de la seguridad.
- Pero tampoco podría la gente sobrevivir al margen del sistema, porque al que no está de acuerdo y sometido, lo marginan o lo excluyen.
- Estamos llegando a imponer un sólo sistema que brote de un pensamiento único que se expresa de una u otra forma pero que pretende lo mismo: dominar a las gentes y convertirlas en súbditos.
- ¿Pero no decía el Maestro que en muchos lugares ya se había alcanzado la ciudadanía y que se vivía en de un Estado de Derecho, y no fuerza?
- Ese es el dilema, la codicia de algunos pretende reducir a los seres humanos a meros recursos, así les llaman ya en Economía, considerables sólo según la utilidad que puedan sacarle.
- Pero eso, si lo llevamos al absurdo, nos convertiría en hormigas de un hormiguero, sin libertad y capacidad de decisión, y de equivocarse pero para poder ser uno mismo y no una pieza más de la grúa.
- Pero esto no pueden entenderlo todos. Esto me recuerda una historia que escuché de labios de nuestro Maestro pero, ya sabes lo que sucede con las historias, que son como las abejas que cuando van de flor en flor se les va pegando el polen. A los cuentos y narraciones les pasa lo mismo, se les van pegando experiencias y muchas palabras de quien las cuenta.
- Por eso son tan ricas y sabrosas, cuenta Noble señor, 
- Es la historia del Sabio de Herat. Sucedió en tiempos del Emperador Mahmud el Conquistador de Ghazna. Había un poderoso cortesano, Iskandar Khan, que tenía un hijo muy inteligente y bien dotado físicamente para quién deseaba obtener el favor del Emperador admitiéndolo entre sus consejeros privados. Con ese fin lo envió a estudiar con los más grandes sabios de la época. Cuando Haidar Ali dominó las artes de las escuelas sufíes, los relatos, las recitaciones, ejercicios y las posturas corporales, fue conducido por su padre a presencia del emperador. Después de exponer los méritos del joven y sus avances en los caminos del espíritu, pidió para el joven un puesto digno en la Corte “por ser Vuestra Majestad el modelo de toda enseñanza”.
- ¡Se pasó varios pueblos!
- El Emperador ni levantó la mirada mientras le dijo “Tráelo dentro de un año”. Algo decepcionado, Iskandar envió a su hijo Ali a estudiar la obra de los grandes sufíes del pasado en Bagdad, Bujara y Samarcanda en donde pasó otros doce meses aplicándose en el estudio. Pero todo fue igual durante la entrevista con el Emperador que le volvió a decir que volviese otro año. Fue entonces cuando Haidar Ali peregrinó a La Meca, viajó a India y a Persia estudiando y practicando con los mejores maestros.
- ¡Qué fortunón se habrá gastado el padre, y el hijo sin rechista!, dijo Sergei.
- Espera, Liebre impaciente, pues cuando llegó esta vez ante el Emperador, éste le dijo “Ahora, escoge un Maestro, si te acepta alguno, y vuelve dentro de un año”. Cuando pasó ese largo año y el padre, Iskandar Khan, se preparaba para llevarlo ante el Emperador, su hijo Haidar Ali, no mostró interés alguno, sino que se sentó a los pies de su maestro en Herat y nada fue capaz de moverlo de allí.
- ¡Esto sí que se pone bueno!, exclamó Sergei.
- Había que escuchar a Iskandar lamentándose por todo el dinero, tiempo y esfuerzos que había malgastado para que su hijo no superase las pruebas del Emperador. Se desmoronó y se volvió a sus otros negocios.
- “Otros negocios”, pues está claro, para Iskandar, su hijo era otra forma de inversión, sigue, Noble Luz del Atardecer, que esto se pone bueno.
- ¿No te preocupa que hoy nos hallamos alargado tanto y que el Venerable Sun Tzen se impaciente?
- OH, no hay cuidado, Mi Señor, él bien sabe que lo urgente cede el paso ante lo importante.
- ¡Estás tú bueno! Pues, llegado el día en que el joven debía presentarse ante el Emperador, que lo aguardaba, dijo Mamad a sus cortesanos: “Vayamos de visita a Harat, pues hay allí una persona a la que quiero ver”. Precedido de las enseñas imperiales, con trompas y atabales, entre el entusiasmo de las gentes que jamás habían visto al Emperador, éste se paró ante la tekkia o escuela sufí, se descalzó, lo mismo que su cortesano de más confianza, Ayaz, y aguardaron sentados en el suelo sobre una sencilla estera hasta que se abrió la puerta y salió el maestro sufí que llevaba de la mano al joven Haidar Ali. “Emperador de todos nosotros, aquí está el joven que no era nada cuando fue un visitante de sabios y de reyes en lejanos países, y que hoy es visitado por reyes. Puedes llevártelo como consejero sufí a tu lado porque ya está preparado, aunque él no lo sabe”.
- ¡Qué bueno! ¡Qué bueno! “aunque él no lo sabe”, ¡Ahora que ya no quería presentarse a más pruebas lo convierten en discernidor de pruebas en el Consejo del Emperador!
- Así se cuenta la historia de Haidar Ali Jan, el Sabio de Harat, del que tantas historias conocemos.

José Carlos Gª Fajardo, por la trascripción 

 

Retazos de Ting Chang 011: El bloque de piedra

Cuando Sergei recogió el servicio para el té que el Maestro les había dado, le dijo al Noble médico:
- "Señor, esos idiotas no lo eran tanto ¿verdad?
- Yo no lo creo. Lo que importa es no confundir al auténtico seguidor de la via sufí con los cuentos y estratagemas que ellos inventan para desconcertar a sus oyentes y luego ayudarlos en su despertar.
- Entonces, ¿El Mulá Nasrudín... nunca ha existido?
- Sergei, Liebre siempre alerta, quizás existiera un mulá y otro y otro, cada uno de los cuales tuvo experiencias y anécdotas que los demás fueron incorporando a su repertorio. Hacerse el idiota no es lo mismo que serlo, auqnue la perfecta sabiduría quizás consista en recibir las cosas y actuar con la libertad, ingenuidad y pureza de corazón de esa gente sencilla.
- Sin dar vueltas a las cosas...
- Sin darle vuelta a nada. Cuando comer, comer; cuando beber, beber; cuando descansar, descansar.
- Y cuando divertirse, folgar y emborracharse...
- ¡Para, Sergei, para!... Aunque si lo hicieras con el corazón transparente, no te apegases ni lo programases... ¿qué más da hacer una cosa que otra?
- Entonces, el Bien no existe, ni tampoco el Mal.
- Filósofo estás, Hijo de las estepas, ¿seguro que no estás tramando algo?
- Mi Señor,- dijo postrándose de hinojos con la frente en el suelo y las manos hacia arriba como para recibir al Buda- , mi única preocupación es no despertarme de este sueño que estoy viviendo para no separarme nunca de tu lado.
- Venga, levántate y acerca ese plato con las galletas de jengibre, mientras te cuento otra de las idioteces de los derviches, además esta dicen que le sucedió al Mulá Nasrudín mientras paseaba con su hijo.
- Cuenta, Amigo de los que sufren, cuenta.
- ¡Ay de mi! Ahora me vienen tres historia a la mente.
- Esto también le ocurría a nuestro Maestro.
- Pero él sabía desenredarlas y cada vez nos contaba una.
- Salvo una vez que se dejó ir y me fue ensartando una detrás de otra, mientras el sol se ponía al otro lado del río.
- Eso sería porque pasaba cerca el pájaro de la tristeza.
- Si ha de ser así, no me cuentes más que una, Noble Señor... aunque ya nos preparemos para viajar a Shangai.
- Calla y no desbarres. Escucha. Iba el Mulá paseando con su hijo cuando vieron el huevo que una gallina había puesto cerca del camino. "Padre, preguntó el rapaz, ¿cómo entran los pájaros en el huevo?" "¡Ahora sí que estamos bien!, - respondió el Mulá fingiendo sorpresa-, me he pasado media vida preguntándome cómo salían los pájaros del huevo y ahora vienes tú y me preguntas que cómo salen!"
- ¡Esa sí que es buena!
- La sabiduría sufí pretende que no perdamos el tiempo en lamentarnos por los efectos sino que nos preguntemos por qué nos hemos metido en ese problema. Ellos dicen "Dime de dónde vienes y te diré adónde vas".
- ¿Cual era la otra historia, encadenada?, preguntó la Liebre del Ouad Arrama.
- Un Maestro le dice a sus discípulos "Figuráos que estáis encerrados en un enorme bloque de mármol. ¿Cómo haríais para salir de allí?" Unos, dijeron una cosa, otros, otra a cual más disparatada. Entonces, el humilde jardinero que barría el atrio en donde se encontraban alzó la vista y sonriendo da un paso hacia adelante y dice "Así".
- ¡Claro! porque el bloque de piedra no existía.
- La mayoría de los bloques que nos angustian son mentales, inventados, provienen de nuestra imaginación. Si las ilusiones, en realidad, no existen más que en nuestra mente se da un paso adelante y ya se sale de ellas.
- Como nosotros en el camino de Shangai... Pero, Shangai existe.
- Sí que existe, y existía antes de ponernos nosotros en camino. Lo que nos asustan son las fantasías de un mundo desconocido, bueno, los engranajes de eso que llaman mundo y que yo habia tomado la decisión de abandonar para dedicarme sólo a la práctica de la medicina en un hospital alejado de la gran ciudad para poder atender a los más necesitados.
- Sí, pero nuestro Maestro te hizo comprender que no es encerrándonos en nuestro capullo como se producirá la seda.
- El, ni Tenno ni el Barrendero, me dijeron nada. Tan sólo me ayudaron a pasar al otro lado del río.
- ¿Y que haremos con la balsa, quemarla?
- ¡Nada de eso! La dejaremos en la orilla por si otro puede necesitarla.
- Noble Ting Chang, tú no estás triste, ¿verdad? (Nosotros no estamos tristes, ¿verdad?)

José Carlos Gª Fajardo por la transcripción

Retazos de Ting Chang 010: Sabiduría de los idiotas

- Noble Señor, ¿qué lees?
- Un hermoso poema de Ibn El Arabí, uno de los más grandes místicos sufís, junto con Al Gazzali y con Rumi, del que nos solía hablar nuestro Maestro.
- ¿Tiene algo que ver con el Mulá Nasrudin?, preguntó Sergei a quien divertían las ocurrencias de este personaje.
- ¡Claro que sí! Nasrudín es uno de los mejores inventos de los sabios sufis para transmitir su profunda y oculta sabiduría, un poco al margen del dogmatismo de los ulemas.
- Pero, en realidad, ¿qué es el sufismo?, contado así en palabras sencillas para un analfabeto como yo.
- Es una forma mística musulmana nacida quizás como reacción al debilitamiento e instrumentalización de la fé musulmana durante los Omeyas. Una enseñanza sufí muestra que el hecho de adaptarse a una tradición religiosa concreta no es más que el modo de acceder a la profunda religiosidad del ser humano y que trasciende los marcos del rito o del dogma.
- Noble Médico, ¿me lees ese poema de Ibn al Arabí mientras se hace el té?
-  “Mi corazón puede adoptar todas las formas.
Es pasto para las gacelas.
Y monasterio para monjes cristianos
y templo para los ídolos,
y la Kaaba para el peregrino,
y las tablas de la Torá, y el libro del Corán.
Yo sigo la religión del Amor:
Cualquiera que sea el camino que recorran
los camellos, ésa es mi religión y mi fé”.
Sergei, estos autores buscan el Cielo, o a Dios, como ellos le llaman, a través del camino que pasa por su propio corazón en el encuentro con sí mismos que, en su experiencia, les lleva a la  percepción  que conduce al auténtico conocimiento. Porque, para el sufí, las prácticas devotas repetidas sin concierto,pueden ser una desviación tan perjudicial e innecesaria como la adhesión a la erudición vacía. El sufí sabe que la experiencia de la enseñanza sólo se adquiere en contacto con la vida diaria, y bajo el aprendizaje de un Maestro. Por eso, sus enseñanzas, así como las de las grandes tradiciones de la sabiduría, adoptan la forma de cuentos por su eficacia y forma literaria abierta a todas las mentes, con independencia de su educación o saberes académicos. No se trata de incrementar los conocimientos sino de acceder a otra dimensión del conocimiento, a experimentar la existencia de otro nivel de comprensión que surge desde dentro y que nos llena de luz, de paz y de alegría. El sufí es capaz de gozar el mundo real, de vivir inmerso en la actividad cotidiana de forma que, muchas veces, no se distinguen del resto de los ciudadanos. Como les sucedía a los primeros cristianos que no se distinguían de los demás ciudadanos del Imperio. Hablan y comen como nosotros, trabajan y visten como nosotros, tan sólo se distinguen en que se aman unos a otros, según el testimonio de la Didajé.
Escucha bien, Liebre de las estepas de Mongolia, uno de los cuentos más conocidos:
“Bahaudín el-Shah, gran maestro de los derviches, encontró un día a un compañero, derviche errante. Estaba Bahaudín rodeado por sus discípulos expectantes por el debate que se avecinaba .
- “¿De dónde vienes?”, le preguntó al sufí viajero.
- “No tengo ni idea”, dijo el otro riéndose estúpidamente.
- “¿Adónde vas?”, prosiguió el Maestro.
- “No lo sé”, gritó el derviche errante.
- “¿Qué es el Bien?”
- “No lo sé”.
- “¿Qué es el Mal?”
- “No tengo ni idea”.
- “¿Qué es lo correcto?”
- “Pues, todo lo que es bueno para mí”.
- “¿Qué es lo equivocado?”, prosiguió el Maestro.
- “Pues será todo lo que es malo para mí”, respondió con la misma soltura el derviche errante.
Los discípulos y las gentes que se les habían ido acercando prorrumpieron en gritos irritados por la falta de respeto y de sentido de las respuestas del derviche descarado que se marchó alejándose en una dirección que no llevaba a ninguna parte, pero muy lejos.
- “¡Idiotas!, ¡Más que idiotas!”, exclamó el  Maestro Bahaudin. “¿No os habéis dado cuenta de que este santo derviche estaba representando el papel de la humanidad. Mientras vosotros lo despreciabais, él estaba mostrando deliberadamente la falta de atención que todos vosotros mostráis, de manera inconsciente, todos los días de vuestras vidas".

José Carlos Gª Fajardo, por la transcripción.

Retazos de Ting Chang 009: El agua del Gran Mar

Una tarde, al regresar de un paseo, le dice Sergei al Noble Ting Chang:
- No sé cómo puedes estar tan tranquilo ante la inmensidad de la tarea que te espera, Noble Señor.
- Sergei, un día yo también pregunté a nuestro Maestro cómo era posible que la inmensidad del Cielo habitase en todos los seres humanos, sobre todo, al considerar las terribles injusticias que llenan la historia. Yo se lo escribí en una carta enviada por un mensajero a lo que él me repuso por el mismo conducto “Dile a tu Señor que, cuando venga a verme me traiga una botella del agua del mar de Shangai.
- ¿Una botella de agua?, se admiró el rapaz.
- Así es. Hice tal como me dijo y, tan pronto como llegué y se la entregué, me miró y me preguntó extrañado: “pero, hombre, ¡si esta no es agua del mar de Shangai!” “Maestro, le respondí azorado, ¡si yo mismo fui a buscarla antes de emprender el viaje! Otra cosa no sabré pero sí que la he cogido yo mismo en la botella”. “¿Ah, sí?, me respondió con algo de ironía el Maestro, ¿y dónde están los peces, las tortugas, las algas y las barcas que surcan el mar, y las mujeres que van a charlar a sus orillas, y los pescadores, y los niños que se bañan y juegan en sus orillas, y los pájaros que bajan a pescar al vuelo, y las nubes y las tormentas... y sobre todo, las puestas de sol? No veo nada de esto en esta botella. Esto no puede ser el agua del Mar de
la China del que hablamos. ¡Vete a arrojarla y devuélvela al caudal de donde la cogiste”
- ¡Qué corte, Noble Ting Chang, qué corte!, dijo medio alborozado Sergei.
- Yo no repliqué nada sino que me incliné ante él, lo saludé con las manos juntas que sostenían la botella y me fui a hacer lo que me había mandado.
- ¡Por eso te marchaste al día siguiente de llegar la primera vez cuando te confundí con un caminante que nos regaló aquellos higos ambarinos!
- ¡Así es, por eso andaban el Abad y los Priores desconcertados pues ellos creían que iba a llegar en un carruaje o en un gran coche! Pero, yo me di cuenta de que el Maestro me estaba sometiendo a una prueba, o que me quería decir que todavía no estaba preparado para estar a su lado.
- El no me dijo nada pero yo sabía que algo estaba pasando sin que yo lo comprendiera, dijo la Libere de las estepas.
- Sutil eres, Liebre, pero el caso es que, cuando regresé después de haber arrojado el agua al mar, el Maestro me recibió con alborozo, una tarde en la que tú habías ido a visitar a no sé qué viuda, ejem,  “¡Al fin, exclamó, ahora tu botella de agua, mezclada con el agua del Mar de la China, contiene peces, niños, pájaros, barcas, tortugas y todo cuanto le faltaba antes!
- ¡Ahora sí que es agua del Gran Mar!”
- ¡Vaya con el Maestro!, así que no fue por lo de la taza de té, vaya, vaya, y yo ¡perdiéndome hasta el oremus!
- Pues eso, Sergei, pues eso, para que andemos ahora preocupados por lo que nos espera en Shangai, o en cualquier otro lugar y situación.


  José Carlos Gª Fajardo, por la trascripción

Retazos de Ting Chang 008: Los tesoros del valido

Mientras paseaban por el jardín de la finca cercana a Shangai, "propiedad" de la familia Chang, a pesar de todos los avatares de la revolución maoísta, Sergei preguntó al Noble Ting Chang:
- Señor, sabes que soy un pobre rapaz nacido en las estepas de Mongolia, acogido por la benevolencia del Maestro en las chozas del monasterio, y que siempre he vestido una pobre túnica y calzado sandalias.
- ¿Qué es lo que te preocupa, Liebre que no da puntada sin hilo?
- Pues que,  vestido así,  en tu residencia de Shangai, tus colaboradores me van a mirar como a un pobre diablo.
- Es curioso, Sergei, cuando yo llegué pidiendo amparo en el monasterio para poder estar cerca del Maestro, esa era una de mis preocupaciones. Cómo vestirme, ya que ni era monje para vestir su hábito ni podría desenvolver con comodidad con las ropas occidentalizadas que vestía como médico en la moderna Shangai. El Maestro se rió y me respondió contándome un cuento con de los que tanto gustaba. Se trataba del joven Ayâz que disfrutaba de la confianza del rey. Como tenía libre acceso a sus aposentos y lo acompañaba en sus momentos de ocio y descanso, despertó la envidia y los celos de los dignatarios de la Corte. Unos pretendieron atraérselo colmándolo de regalos, otros alimentando su vanidad hablándole de su carrera futura en la burocracia imperial, mientras que otros buscaron desacreditarlo ante el rey porque veían que, algunas veces al día, el joven Ayâz se encerraba en una cámara en donde pasaba un buen rato. Imaginaron que allí guardaba los regalos que le hacían y lo que por su cuenta robaría al soberano. Informaron al rey que, sin inmmutarse, encabezó la comitiva al frente de los cortesanos para echar abajo la puerta de la cámara y descubrir los tesoros del joven Ayâz, que caminaba algo azorado. Cuando penetraron en la pobre estancia, la encontraron vacía excepto con un par de viejas sandalias y por una túnica limpia pero bastante raída. Conteniendo una emoción muy honda, el rey preguntó a Ayâz qué significaba aquello, a lo que el joven postrado en el suelo respondió: "Señor, cuando me encontraste, yo vestía esa vieja túnica y esas pobres sandalias. Desde entonces, me colmaste con las riquezas de tu favor y con los tesoros de tu confianza. Para tenerlo presente, vengo aquí siempre que puedo y me siento en silencio para no olvidarme de la humildad de mi origen y de lo inmerecido de tus bondades".
- Entendido, Señor, es cierto que el Maestro está entre nosotros.
- No son el vestido ni la apariencia, Sergei, sino la actitud del corazón lo que cuenta.

José Carlos Gª Fajardo, por la transcripción